Cuando leí sobre los recuerdos falsos en el libro Why Life Speeds Up As You Get Older: How Memory Shapes Our Past (del cual escribí una reseña) me pareció un tema interesantísimo. Es de ese tipo de cosas relacionadas con el cerebro que puede que tal vez a todo el mundo le suceda en mayor o menor medida, pero en realidad son muy difíciles de comprobar. Lo cierto es que respecto a todo ello hay todavía mucha controversia.
En el libro ponían un ejemplo de cómo uno de los psicólogos que investigó el tema recordaba perfectamente de bebé haber sufrido un intento de secuestro mientras su niñera lo paseaba por el parque en su carrito. En realidad años después descubrió que nada de aquello sucedió realmente: era una historia que él no podía recordar por ser demasiado bebé, y al parecer se transmitió oralmente en la familia año tras año, que es de donde le provenía a él aquel recuerdo. Narraba cómo de vívido lo recordaba todo: el asaltante, la niñera intentando evitarlo, la gente... Pero todo era un juego de su cerebro.
Recientemente también se publicó que empieza a ser posible distinguir los recuerdos falsos de los reales (algo que les vendría bien a los replicantes de Blade Runner. Y lo último que he visto al respecto es esta columna titulada False Memory en ScienceBlogs, que incluye una divertida animación de This American Life sobre cómo los dos protagonistas recuerdan los hechos de diversas historias de forma tan distintas (incluyendo que el otro «no estaba allí»).
También se cuenta allí que al parecer el acto de rememorar un recuerdo podría «cambiar» un poco el mismo recuerdo, pudiéndose producir la paradójica situación de que cuanto más se recuerda algo, menos fiable se vuelve la memoria respecto a ese recuerdo y lo que realmente sucedió.
(Vía, mmm... donde era... ah, sí Scientific American.)