En Smithsonian Magazine Mike Dash ha publicado un increíble artículo de esos de leer con calma: la historia de una familia rusa que vivió 40 años completamente desconectada de los acontecimientos que sucedían en el resto del mundo y de los avances tecnológicos. Al parecer en 1936 huyeron por motivios medio políticos medio religiosos buscando aislarse de la humanidad. Encontraron refugio en una montaña a 250 kilómetros de cualquier otro signo de civilización y nunca jamás tuvieron contacto con nadie.
La familia Lykkov vivió en permanente hambruna cada uno de los años desde su llegada. Allí en ese voluntario aislamiento nacieron dos hijos más, que nunca habían conocido a ningún ser humano que no fuera de su familia. Sabían de la existencia de ciudades, objetos y de otra gente a través de las lecturas de la Biblia.
Pasaron allí 40 años antes de que se estableciera con ellos un «primer contacto». Incluso los objetos de más baja tecnología quedaron destruidos por el implacable paso del tiempo: las cafeteras y ollas se oxidaron, una máquina de coser se estropeó sin remisión y su ropa se deshilachó al cabo de los años. Todo fue reemplazado por soluciones naturales: un suelo aislante hecho con mondas de patatas, herramientas e instrumentos de madera e incluso alguna rudimentaria arma.
Los hijos aprendieron a cazar en el bosque, obteniendo al estilo espartano algo de carne - pero no resultaba fácil cocinar sin fuego. Los cultivos de su huerto fueron mermando: un año debido a las plagas y el frío tan solo quedó una semilla, de la que milagrosamente pudieron hacer brotar un par de docenas más, con las que cultivaron a la temporada siguiente. Los hijos no habían probado jamás el pan.
Cuando unos geólogos los encontraron casualmente desde un helicóptero en 1978 comprobaron que su lenguaje se había deteriorado notablemente por la falta de práctica. Aceptaron algunos objetos y se mostraron curiosos con las historias que les contaron. No podían creer que la humanidad hubiera llegado a la Luna, pero el padre entendió el concepto de los satélites artificiales - que de hecho veía brillar algunas noches «como estrellas que se mueven más rápido que las otras».
Finalmente la familia acepto quedarse con algunos utensilios: tenedores, cuchillos e incluso una linterna. Los geólogos también les dieron algunas nuevas semillas para que pudieran plantar en su huerta. Devoraron la sal que se les ofreció, que después de 40 años de abstinencia todavía recordaban como algo precioso. Pero lo que más les apasionó, lo que miraban embobados durante largos ratos cada vez que se acercaban al campamento era una pequeña caja: una televisión.
Los Lykkov habán vivido más de 40 años totalmente desconectados del mundo exterior, inconscientes de los avances de la tecnología o de las historias del resto de los seres humanos. Entre otras cosas, no tenían ni idea de que al poco de partir había sucedió algo llamado... La Segunda Guerra Mundial.
Hay muchos más detalles en la historia completa: For 40 Years, This Russian Family Was Cut Off From All Human Contact, Unaware of World War II.