Por @Alvy — 10 de enero de 2017

A pesar del añejo encanto de las botellas en cuyo interior se pueden encontrar mensajes procedentes de lejanos lugares y épocas remotas la realidad es algo distinta. El secreto de Clint, este «buscador de botellas» que entrevista Vox Media es simplemente rebuscar entre la basura de las playas. Allí encuentra de todo: bombillas, zapatillas de deporte, neveras, cámaras, teléfonos… Y botellas con mensajes: 83 concretamente a lo largo de sus búsquedas.

Hay muchos aficionados a la búsqueda de botellas con mensajes: publican catálogos con qué encontraron y dónde, cuál era la procedencia… Y hay registros desde hace mucho tiempo. Parte de la ciencia de esta tradicional (y lenta) forma de comunicación entre náufragos, amantes y niños de todo el mundo son las corrientes marinas, que viajan de forma bastante predecible por los océanos.

Oscurs

La web del Oscurs simula estas corrientes y puedes llegar a calcular qué puede pasar si arrojas una botella al mar (o qué pasó si encontraste una). La botella que mejor sobrevive los viajes oceánicos, por cierto, es la tradicional botella de vino cerrada con un corcho, como mandan los cánones.

Lo más complicado, por paradójico que parezca, no es tanto saber cómo se mueven las aguas (en ocasiones una botella puede cruzar el Atlántico de lado a lado para bajar desde Carolina del Norte al Caribe, pasando por las costas de África) sino encontrar a quienes enviaron los mensajes. Dice Clint, el buscador de botellas, que localizarlos y compartir sus historias sobre los mensajes que otrora enviaron es el verdadero tesoro de su peculiar hobby.

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