Por Nacho Palou — 9 de marzo de 2015

En The Atlantic, It's Time to Kill Daylight Saving,

¿Supone el horario de verano alguna diferencia? Las pruebas sugieren que la respuesta es no. Después de que el gobierno australiano ampliase el horario de verano en dos meses más en el año 2000 para que abarcase los Juegos Olímpicos, un estudio de la Universidad de Berkeley demostró que el cambio no logró reducir la demanda de electricidad. Más recientemente, un estudio en Indiana —un estado que no adoptó el cambio de ahora hasta 2006— demostró que el ahorro en electricidad quedó anulado por la utilización adicional de aire acondicionado.

Aunque el artículo hace referencia al cambio de hora en EE UU —que sucede un poco antes que aquí en Europa— los argumentos son igualmente aplicables ya que el efecto y el objetivo en todos los casos es el mismo, en teoría beneficiar el ahorro de energía al disponer de más hora de luz solar —o, en su origen, el ahorro en velas.

Otros efectos que tiene el horario de verano y que se mencionan en el artículo, incluye la reducción en la productividad en las horas o días posteriores al momento del cambio, y los efectos que tiene este cambio en la salud de algunas personas y entre aquellos sensibles a los cambios de ritmo —‘nuestros ritmos circadianos se configuraron hace eones’ sin considerar continuos cambios de hora.

Básicamente la inmensa mayoría de la población en el mundo vive estupendamente sin pasar por esto del cambio de hora.

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