Una vez escuché a alguien explicar que cuando eres el capitán de un gigantesco barco que se dirige a la costa y realizas una maniobra equivocada –entrar a más velocidad de la adecuada, errar en las coordenadas o encontrarte un obstáculo imprevisto– el peor problema es que te das cuenta cinco minutos antes de que el desastre es inevitable. La razón: aunque puedas reaccionar y poner los motores en reversa a toda potencia el poderío de la inercia de tantas toneladas de metal es insalvable: realizar una maniobra rápida es casi imposible.
Ahora échale un vistazo al vídeo desde este portacontenedores de bandera alemana en el puerto de Hong Kong.
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Según cuentan en el vídeo este buque de 192 metros de eslora comenzó a desviarse de su rumbo por un problema con el motor principal, que se había estropeado. Las autoridades decidieron que lo mejor era encallarlo lo más lejos posible de la zona principal del puerto, pues así no impediría el paso de otras embarcaciones. Y allá que se fue.
Pero en el último momento la tripulación pudo lanzar el ancla, que con un ruido de mil demonios tocó fondo y detuvo el barco a tiempo – algo increíble a la vista de las imágenes. Luego llegó un remolcador y la liberó llevándola a otra zona. Así que aunque la historia aquella que me contaron fuera cierta en general, ya conozco un caso en el que los marineros salvaron la situación en unos pocos segundos.