Crater de una mina en Lochnagar, en la región del Somme en Francia
El mes pasado me encontré por casualidad con la parte parisina de la exposición de Fields of battle: 1914-1918, que me pareció impresionante.
Son fotos hechas por Mike St Maur Sheil en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, y aparte de quedarme embobado un buen rato mirando las fotos y leyendo los textos que las acompañan aprendí una cosa de la que no tenía ni idea, que es la razón por la que a las minas terrestres se las llama minas.
Por lo visto ya desde la época de los romanos una de las técnicas para atacar una fortificación enemiga era la de excavar túneles bajo tierra, construir una bóveda bajo la fortificación en cuestión convenientemente apuntalada, de un modo similar al que se excava una mina para la extracción de minerales, e incendiar los puntales una vez terminada.
Esto provocaba el colapso de la bóveda y por tanto el de la fortificación que hubiera encima.
En la primera guerra mundial, una guerra de frentes casi inmóviles y fortificaciones, volvió a usarse este tipo de ataques, aunque lo que se hacía era rellenar los huecos con explosivos y volarlos, con consecuencias como el cráter de la foto de arriba, creado por la explosión de 24 toneladas de amonal, que dejó un cráter de 20 metros que aún se puede ver hoy en día.
Hubo una verdadera guerra paralela bajo la superficie de algunos de los campos de batalla, hasta el punto de que los bandos enfrentados llegaron a pactar el no hacer explotar las minas en ciertas horas del día.
(Me lo recordó un tuit de @JoseM_SGP).