Si cuando vas al cine a ver una película resulta que llegas y te das cuenta de que has perdido las entradas que habías comprado por adelantado (que te han costado, digamos, 20 euros en total), sopesarás la pérdida y decidirás si comprar otras o no.
Si en cambio vas al cine y al llegar te das cuenta de que has perdido un billete de 20 euros de tu cartera, sopesarás del mismo modo la pérdida pero es bastante más probable que te decidas a comprar las entradas de la película que ibas a ver.
En cualquier caso, has «perdido» en total 20 euros.
Es una de las muchas paradojas de la contabilidad mental: las dos situaciones son económicamente iguales (perdiste 20 euros), pero la primera parece mucho peor que la segunda. Si se le pregunta a un grupo de gente que haría en cada caso, la mayor parte estará de acuerdo en que la primera situación (perder las entradas) es peor y serán más reacios a comprarlas de nuevo: sólo el 46 por ciento lo haría, frente al 88 por ciento que compraría las entradas sin dudarlo si lo que han perdido es el billete de 20 euros.
Hay algo más respecto a esto en The paradoxes of mental accounting del siempre recomendable Mind Hacks que hace referencia a Mental Accounting del Washington Post donde se explican las causas y otros ejemplos y casos curiosos.
La realidad es que el dinero es intercambiable mentalmente en sus diversos «formatos» y encarnaciones, pero las idiosincrasias internas de la «contabilidad mental» de cada persona nos hace comportarnos de formas incoherentes a veces. Guardamos una especie de contabilidad compartimentada según diversos criterios, incluyendo «para qué se usa» y «de dónde provino». Y aunque el dinero es transferible de unas áreas a otras, internamente tenemos tendencia a negarnos a hacerlo, aunque sea de forma inconsciente.
(Vía Mind Hacks.)
PD: Por aclarar, según algunos correos que nos han escrito… Aunque no está indicado específicamente, parece entenderse que el «experimento mental» consiste en imaginar que aunque hayas perdido las entradas puedes encontrar otras parecidas (no están agotadas, ni tienen por qué ser numeradas), y que no se tienen en cuenta lo que cuesta en tiempo o esfuerzo de haberlas comprado antes ni tener que volver a esperar cola después en caso de tener que volver a comprarlas (ni tampoco el esfuerzo de ir al cajero automático o a por más dinero si que perdiste fue el billete, etc). ¡Es solo un experimento mental!
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