Por @Alvy — 24 de junio de 2021

En una guerra nuclear no hay ganadores. Sólo diferentes grados de perdedores.

En este vídeo, que se ve que tiene un tiempo y por el formato y calidad resulta un tanto viejuno, un veterano guía de uno de los silos nucleares de los Estados Unidos en Arizona, reconvertido en museo, explica cómo es (o era) el protocolo de lanzamiento de un misil nuclear Titan II paso a paso, desde el momento en que se recibe la orden hasta que ¡pum! comienza la Tercera Guerra Mundial.

El proceso comienza lógicamente recibiendo la orden del mismísimo Presidente de los Estados Unidos, que la ejecuta con el maletín nuclear. A partir de ahí hay un montón de códigos, carpetas de papel con listas de comprobación, cajas fuertes, candados de combinación, llaves y botoncitos que pulsar a cada paso. Eso incluye comprobar si el asunto es un simulacro (o no), fijar el objetivo, la hora y otros detalles. Muy como en las películas.

El aspecto más peliculero es sin duda la activación final con las dos llaves, que están físicamente separadas 2,08 metros, una distancia inabarcable para que una sola persona las introduzca y gire a la vez en menos de dos segundos (manteniéndolas activadas otros cinco segundos), aunque en una serie/película recuerdo que salía un ruso de dos metros capaz de hacerlo, en un submarino nuclear. También es interesante el sistema de válvulas de los misiles, una de las cuales permanece siempre cerrada hasta que se va a lanzar, «por si caso». Me gustaba más el plan de Robert Fischer, pero no está en la lista.

El proceso visto tal cual parece un poco from the past, pero parece efectivo para lo que se pretende: mucho papel, mucha llave, candados que abriría cualquier experto y códigos un poco de andar por casa, aunque sirvan para el momento clave (uno tiene 16 millones de combinaciones y sólo 6 reintentos en caso de fallos). Por si acaso te ves involucrado algún día recuerda que 00000000 es el primero que hay que probar.

Una vez completado todo el asunto, la destrucción (probablemente mutua) está asegurada. Tras autodestruir el silo de lanzamiento –son de un solo uso– poco más hay que hacer. Como sabiamente explica el guía, el libro termina con un escueto «espere nuevas órdenes». Teóricamente el equipo que esté de guardia debe quedarse en la sala de control durante tres o cuatro semanas, que es lo que dura el aire respirable, y luego, si se atreve, salir al exterior a ver si queda algo vivo. Las probabilidades en caso de guerra termonuclear global son bajas, y es por lo que nadie quiere tener que usar estas armas, que funcionan mediante la disuasión porque todas las partes implicadas desisten en su intención de iniciar las acciones de confrontación ante el previsible y aciago final.

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