Por @Alvy — 16 de enero de 2022

Lux Graves @ Unsplash

A través de un artículo de BBC Future titulado The forgotten medieval habit of «two sleeps» («El olvidado hábito medieval del dormir dos veces») estuve leyendo algunas curiosidades sobre las diversas modalidades de sueño. Porque aunque todo el mundo tiene claro lo importante que es dormir (y soñar) para nuestra salud, no en todas partes ni en todas las épocas se intentaba dormir ocho horas seguidas por la noche como es habitual actualmente.

El caso es que parece que en tiempos medievales era habitual utilizar un patrón de sueño que no eran 8 horas seguidas durante la noche, sino más bien un primer periodo de dos o tres horas, a partir de las 21:00 o 22:00 y hasta la medianoche, seguido por un periodo de vigilia o «guardia» de una o dos horas, para luego volver a dormir seis o siete horas más. Ese tiempo que se pasaba despierto se utilizaba para rezar, meditar o interpretar los sueños, que solían ser más vívidos.

Investigando un poco sobre esto llegué a una curiosa entrada en inglés sobre el sueño bifásico y polifásico, que es la denominación técnica del asunto: dormir en dos fases o dormir en varias fases a lo largo del día, algo que también llaman sueño segmentado. En el artículo no se menciona algo que leí en otro libro que era que en los fríos inviernos europeos la gente entraba en los peores meses en una especie de «modo hibernación» y se pasaba el día durmiendo, comiendo poco y sin salir de casa, porque era difícil hacer otra cosa, no había que salir a cazar ni cosechar y dormir suponía simplemente un menor «gasto energético».

Naturalmente el ejemplo más arquetípico, conocido y cercano de sueño bifásico es la siesta de toda la vida, que aunque es muy típica del sur de Europa también se practica en Hispanoamérica, China, Filipinas, la India y el norte de África. La principal diferencia es que la siesta suele ser después de comer, y oscilar entre 20 minutos y algunas horas (menos las siestas «de pijama y orinal»), mientras que el sueño bifásico medieval era una especie de descanso previo al sueño nocturno largo, que terminaba en un despertar muy madrugador para aprovechar sin duda la luz solar.

Como mucha gente descansa cuando le apetece –o lo necesita– esto ha dado lugar a descansos como las famosas siestas del carnero –también llamada del borrego o del burro– (antes de comer) y a todo tipo de cabezaditas que oscilan entre 5 y 20 minutos en diversos momentos: al sentarse a ver un rato la tele, a mitad de película en el cine o en el coche al ir de un lado a otro. Todo ayuda de cara a conservar o recuperar energía; de hecho poder descansar en cualquier situación se considera casi un don. En la Wikipedia explican que las diversas Fuerzas Armadas tienen hasta un protocolo sobre las cabezaditas y el sueño polifásico para situaciones extremas en las que no se puede dormir normalmente.

Una última curiosidad que menciona el artículo es que en los hogares medievales, donde solía vivir mucha gente y de aquella manera, había muchas convenciones sobre lo que se podía hacer y no hacer durante esos periodos de sueño y vigilia, porque tampoco era plan tener gente haciendo ruido y yendo de un lado para otro en plena noche. Entre otras cosas por ejemplo, como había familias enteras durmiendo en la misma cama, el orden de colocación era: las niñas a un lado de la cama, con la mayor junto a la pared, seguidas de la madre y el padre y finalmente los hijos, ordenados también por edades.

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Foto (CC) Lux Graves @ Unsplash.

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