Por @Alvy — 27 de Abril de 2008

Desde ayer a mi reloj digital se le debe estar acabando la pila, porque los segundos que marca transcurren tan «despacio» como 2,5 segundos reales. De modo que está perdiendo una hora o hora y media cada hora. Es un síntoma raro que no había visto nunca; no creí que la falta de energía produjera ese comportamiento en un reloj digital.

Me costó tiempo darme cuenta de lo que estaba sucediendo, porque además andaba haciendo cambios de zonas horarias debido a un viaje. El efecto es a la vez divertido e inquietante: ver el tiempo pasar tan despacio cuando en realidad sabes que está mal, pero para el pequeño aparatito es «su» realidad. Sería igual que si a un ordenador sin contacto con el mundo exterior se le ralentizara el reloj: no podría «darse cuenta» del cambio y si estuviera procesando una simulación, desde unos Sims a cualquier otra cosa más compleja, los pequeños seres virtuales no lo percibirían.

Todo esto coincidió con que estoy leyendo Zeno's Paradox: Unraveling the Ancient Mystery Behind the Science of Space and Time que es una interesante recopilación de meditaciones sobre qué son el espacio, el tiempo y el movimiento, tomando, como base las clásicas paradojas de Zenón de Elea. Así que pensando sobre el pequeño «accidente» de reloj digital y algunas cosas de las que cuenta el libro se me acabó... yendo el tiempo.

¡Bonus! Otra curiosidad «temporal» de la que me di cuenta durante el viaje es que aunque hoy en día existan ultra-avanzados teléfonos de última generación equipados hasta con GPS, siguien siendo absurdamente tontos: tienes que cambiar manualmente la zona horaria en la que te encuentras tras un viaje, incluso aunque se suponga que conocen en todo momento sus propias coordenadas espaciales con precisión de unos pocos metros (y por ende, en qué zona horaria está el propietario.)

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