Por @Alvy — 20 de junio de 2017

Encontré esta pequeña joyita de videorreportaje en Cloth Map (un canal documental sobre viajes). Se trata de una visita guiada en poco más de 10 minutos al Museo de las Fuerzas de Misiles Estratégicos de Ucrania Un lugar ya abandonado pero bien remozado, mejor conservado y convertido en atracción turística – aunque no para todos los públicos, claro.

La visita comienza por una gigantesca doble puerta de metal y una zona presurizada que impedía que nada ni nadie entrara –o saliera– de este peculiar lugar desde el que literalmente se podía destruir cualquier lugar del mundo. Todo allí es viejuno y tremebundo –casi como su web– con botones, indicadores y bombillas luminosas que parecen sacadas de los viejos episodios de Star Trek. Eso sí, el teléfono funciona.

La laberíntica zona destinada a servir como refugio era donde los ocupantes del silo deberían vivir una temporada tras el supuesto Apocalipsis nuclear. Se consideró que 45 días serían suficientes así que ese es el tiempo máximo que durarían los filtros de oxígeno y los víveres. Curiosamente había cuarto de baño, pero no ducha. Así que además de un espectáculo terrorífico de caos y destrucción el asunto de la supervivencia sería oloroso.

En otra zona está la sala de control, desde donde –como en las películas– se recibían las órdenes, se marcaban los objetivos, códigos secretos (probablemente 12345678 o algo peor) y se introducían las famosas dos llaves antes del lanzamiento. ¡Momento de desilusión! Resulta que el famoso botón rojo de lanzamiento es en realidad… gris.

En el exterior de la base el museo tiene todo tipo de vehículos utilizados para el trabajo con los misiles: transportes, combustible y demás. Además de eso hay varios misiles de los que se usaban en los silos: cinco «de verdad» y diez «de mentira» (que se usaban «para despistar»). El alcance de estos misiles era de 15.000 km, prácticamente el planeta al completo. Entre esos misiles del museo hay uno que estuvo en la Crisis de los misiles de Cuba probablemente el momento en que más cerca hemos estado de una guerra nuclear a gran escala completamente real. ¡Gracias Arkhipov!

El tiempo que tardaría uno de los misiles de la base ucraniana en destruir Washington, D.C. se calculó en unos 22 minutos más o menos. Tic, tac, tic, tac, ¡Boom! Y luego a la litera a descansar, que quedarían todavía muchos y olorosos días para ver qué sucedía en el exterior.

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