Este próximo domingo 28 de marzo experimentaremos el desplazamiento temporal de la primavera, que naturalmente es uno de nuestros días favoritos por excelencia. Como cada año, sucede entre sábado y domingo pero se produce técnicamente en el propio domingo (último domingo de marzo). En resumen: hay que adelantar una hora el reloj. Las 2:00 de la madrugada del domingo pasarán a ser las 3:00. Tendremos un día de tan solo 23 horas. Dormimos una hora menos pero a cambio empezamos a disfrutar de tardes más largas.
Este tradicional cambio debido al Horario de verano se realiza dos veces cada año; el opuesto (el de invierno) se da el último domingo de octubre. Ahora mismo como es fácil notar estamos «ganando» unos tres minutos de luz solar cada 24 horas, lo cual es toda una alegría para el cuerpo.
Un año más, a pesar de que el Parlamento Europeo aprobó acabar con los «cambios de hora estacionales» no consiguen coordinar todo lo necesario con los países miembros. O no tienen redaños, dicho en Román Paladino. Lo cual creo que dice muy poco a favor de una institución que cada vez parece más inútil para las cuestiones de coordinación internacional, como ya hemos sufrido en otros temás más importantes de actualidad, léase: vacunas Covid-19, app de rastreo, pasaportes vacunales y demás.