Llevo desde que se confirmó la compra de Twitter por parte de Elon Musk siguiendo el proceso como cuando sabes que va a ocurrir algo horrible pero no puedes dejar de mirar. Ha insultado a las personas que lo usan. Ha conseguido espantar a anunciantes importantes que, al menos por ahora, se han apartado de la plataforma. Ha puesto en marcha despidos de dudosa legalidad en los que de hecho se ha pasado tanto de la rosca que a las pocas horas la empresa tuvo que preguntar a algunas personas si estarían dispuestas a volver. Parece dispuesto a vender la verificación de las cuentas por ocho dólares al mes, en fin…
De hecho hasta ha conseguido que Volker Türk, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, haya publicado un hilo al respecto. En él menciona un par de cosas que son las que a mí más me preocupan porque Musk dice ser un absolutista de la libertad de expresión, al menos tal y cómo él la entiende. Y yo creo que la libertad de expresión tiene límites. Aunque da igual lo que yo crea; lo dice la ley. Y Musk tendrá que acatar las leyes de aquellos sitios en los que quiera que opere Twitter, por muchos millones que tenga.
Del hilo de Türk:
No hay lugar para el los discursos de odio en Twitter. La ley de derechos humanos es clara: la libertad de expresión no se extiende al odio que incita a la discriminación, la hostilidad o la violencia. La política de Twitter que prohíbe este tipo de discursos es imprescindible.
La libertad de expresión no es una carta blanca. Ayúdanos a detener la difusión viral de desinformación perjudicial, como la que vimos durante la pandemia de Covid-19 en relación con las vacunas. No amplifiques contenidos que resulten perjudiciales para los derechos de las personas.
Sobre eso, Musk ha prometido un consejo de moderación con puntos de vista muy diversos. Y que no se tomará ninguna decisión importante sin que el consejo se reúna antes. Veremos.