Por @Wicho — 15 de marzo de 2013

Parte de la colección Cabrinety
Una ínfima parte de la colección Cabrinety; en total ocupa más de 400 metros de estanterías en la Biblioteca de la Universidad de Stanford

Durante su corta vida Stephen M. Cabrinety llegó a acumular una enorme colección de programas, hardware, periféricos, consolas de videojuegos y documentación de todo tipo.

Tras su fallecimiento su colección fue donada por sus padres a la Universidad de Stanford, cuya biblioteca se enfrenta ahora al enorme desafío de preservar de alguna forma el software que forma parte de la colección: Stanford Libraries preserves historical software collection with Federal Agency.

La idea es copiar todo ese software de sus soportes originales y almacenarlo como imágenes de disco para preservarlo.

Pero la tarea se presenta enormemente complicada, ya no solo por la dificultad inherente que puede haber en leer soportes que llevan años grabados, sino por el problema físico de acceder a muchos de ellos.

Piénsalo un poco: seguro que en tu casa hay diskettes de 51/4, o incluso puede que cintas de casette en las que hay almacenados juegos del Spectrum o del Commodore 64, aunque quizás lo que ya no haya sea una disketera capaz de leerlos ni mucho menos un lector de casettes de los que se conectaba al ordenador, en especial si eras de Commodore.

Y eso por no hablar de la compatibilidad de formatos de archivo entre distintas versiones de la misma aplicación.

Pues imagínate esto multiplicado por una miríada de formatos.

La Universidad de Stanford contará para ello con la ayuda de los expertos de la National Software Reference Library y de los equipos de los que disponen.

Claro que por otra parte hacer estas copias es sólo la parte «fácil» del problema, pues para muchas de las máquinas para las que estaban escritos puede que no exista un emulador que corra en una máquina actual y que permita acceder a ellos, usarlos, ver qué pinta tenían, etc.

Ya lo he dicho muchas veces: como nos descuidemos un poco, nuestra época digital se convertirá en una especie de agujero negro para los historiadores del futuro, pues somos una especie de civilización virtual.

(Vía @sergiocm).

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