Por @Wicho — 12 de agosto de 2019

El único ELEA 9003 que queda - Foto por Elisabetta Mori
El único ELEA 9003 que queda - Foto por Elisabetta Mori

En los quince o veinte años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hubo una ventana de oportunidad en la que los Estados Unidos no tenían por qué haberse convertido en la potencia dominante en el mundo de la informática.

En Italia, por ejemplo, Olivetti –sí, la que muchos relacionamos con la máquina de escribir de la primera comunión– sacó al mercado en 1959 el ELEA 9003, el primer ordenador comercial puesto a la venta en el país. Elaboratore Elettronico Aritmetico, luego cambiado a Elaboratore Elettronico Automatico, quería decir Ordenador Electrónico Automático y era además una referencia a Elea, la ciudad en la que nació la escuela eleática de filosofía.

El ELEA9003 era un ordenador de segunda generación –usaba diodos y transistores en lugar de válvulas– y era razonablemente avanzado para su época. Según la instalación tenía una capacidad de memoria equivalente más o menos a entre 15 y 120 kilobytes, lo que en aquel entonces era un montón de memoria. Pero lo mataba un poco que sus unidades de cinta tendían a fallar, lo que hacía que sólo estuviera disponible aproximadamente el 50% del tiempo… cifra que aunque en la actualidad nos parece una barbaridad por lo baja tampoco era mala para la época.

Consola del operador del ELEA 9003 - Foto por Elisabetta Mori
Consola del operador del ELEA 9003 - Foto por Elisabetta Mori

Sin embargo el ELEA 9003 destaca por la ergonomía de su diseño, llevado a cabo por el arquitecto italiano Ettore Sottsass Jr. y al diseñador neerlandés Andries Van Onck. Ambos se centraron en hacer el ordenador fácil de usar y de mantener, una tarea a la que había que dedicar bastante tiempo –recordad lo de las problematicas unidades de cinta–. Para ello se aseguraron de que las distintas unidades que formaban el ordenador no tuvieran más de un metro y medio de altura, de tal forma que si había técnicos trabajando a ambos lados de ellas se pudieran ver y hablar por encima de ellas. Las unidades también tenían una banda de color en su exterior para identificar a qué subsistema pertenecían y se abrían de tal forma que todos sus componentes quedaban accesibles sin tener que andar metiendo las manos por ningún sitio. Los más de 40 kilómetros de cables que las unían, en lugar de ir por debajo de un suelo técnico como era habitual en la época, iban por encima de los módulos para, de nuevo, facilitar el acceso a ellos.

Tripas del ELEA 9003 - Foto por Elisabetta Mori
Tripas del ELEA 9003 - Foto por Elisabetta Mori

Olivetti tenía grandes planes para su división de informática. Pero las prematuras muertes de Adriano Olivetti, quien la dirigía, en febrero de 1960 y de Mario Tchou, el ingeniero responsable del diseño conceptual y electrónico del ELEA 9003, en 1961, hicieron que esta perdiera sus líderes, con lo que al fnal fue vendida a General Electric en 1964.

General Electric se centró en los ordenadores más pequeños de la gama de Olivetti, con lo que después de la compra nunca se vendió ningún 9003 más. Antes Olivetti llegó a vender unos 40 ejemplares del ELEA 9003. De todos ellos sólo queda en servicio uno que está en el instituto Enrico Fermi de Bibbiena, en la Toscana.

Este ejemplar en concreto perteneció primero a un banco de Siena, que lo donó al instituto en 1972. Hoy en día antiguos empleados de Olivetti lo visitan periódicamente para mantenerlo en funcionamiento. Acumulan piezas sacadas de otras instalaciones para que les sirvan de repuesto y dicen que usarlo regularmente es la única forma de que no deje de funcionar; nadie se plantea moverlo de allí. Tienen también la idea de formar a más personas para que se encarguen de mantenerlo en el futuro.

(Gracias por la pista, Manuti).

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