Por @Wicho — 2 de junio de 2005

Este artículo es otro de los que escribí hace años para El Ideal Gallego como parte una serie más o menos regular que pretendía ir contando a los lectores qué era eso de Internet de lo que se empezaba a hablar tanto y para qué servía; en concreto fue publicado el 12 de enero de 1997, es decir, hace toda una eternidad en tiempo en lo que a estas cosas se refiere, y pretendía explicar lo que es el «shareware» y su origen.

Si no queda satisfecho...

Creo que no me equivocaría al pensar que te encantaría poder retirar un coche de un concesionario, probarlo durante quince días, y si al cabo de ese periodo no estás satisfecho con él devolverlo sin haberte gastado un duro.

O poder llevarte una cámara de vídeo de una tienda especializada sin dar dinero alguno y al cabo de un mes devolverla ya que no acaba de convencerte o finalmente pagarla ya que te parece estupenda. ¿Verdad?

Pues esto es exactamente lo que se puede hacer con innumerables programas disponibles en Internet. Los pruebas, por lo general sin ningún tipo de limitación, y si al cabo del periodo indicado no te convencen, simplemente has de dejar de usarlos y borrarlos de tu ordenador; si te gustan, has de pagar a su autor una suma, por lo general bastante modesta, para seguir usándolos.

Al principio si no pagabas no solía pasar nada salvo el problema de conciencia que pudieras tener; más recientemente los programadores ya suelen incluir recordatorios o directamente desactivan algunas funciones del programa -o el programa entero- para obligar a la gente a pagar.

Es cierto que antes también era más complicado pagar, pues había que enviar el dinero metido en un sobre, hacer una transferencia bancaria, probablemente internacional con todos los costes que eso supone, o rollos así; hoy en día sistemas como Kagi o Paypal facilitan enormemente el pago, así que no hay disculpa.

Un sistema de distribución

Encontrarás todo tipo de programas, desde juegos a tratamientos de textos, pasando por bases de datos o cualquier otra cosa que se te ocurra distribuidos como shareware, ya que el shareware es en realidad una forma de distribuir y vender los programas en la que el programador se ahorra intermediarios.

Esta forma de proceder, que a simple vista parece condenada al fracaso y a la más absoluta ruina de aquellos que la pongan en práctica, en realidad ha servido para crear empresas, para hacer ricos a unos pocos, para que muchos hayan ganado algún dinerillo extra, y, por supuesto, para que otros hayan perdido dinero y esfuerzo en el intento.

Existen variantes más o menos curiosas de este método de distribución, como pueden ser el «postcardware», que se paga enviando al autor del programa una postal de la ciudad en la que uno vive, el «smileware», cuyos autores se declaran satisfechos con que uno sonría al usar su programa, o el «donationware», en el que los autores piden que se haga un donativo a una institución benéfica, ya sea especificada por ellos o a elección del usuario.

No se debe confundir el shareware con los programas dejados por su autor en el dominio público, que son completamente gratis y de cuyos derechos el autor renuncia en favor de la humanidad, ni con los programas freeware, que si bien también son gratis, el autor conserva todos sus derechos sobre ellos.

El nacimiento del shareware

El origen del shareware está en Easy File (más tarde renombrado PC-File) y PC-Talk, dos programas escritos a principios de 1982 por Jim Knopf y Andrew Fluegelman respectivamente.

PC-File era una sencilla base de datos que Knopf, entonces empleado de IBM, había creado para su uso personal pero que compartía desinteresadamente con sus amigos y conocidos que a su vez la compartían con más gente. Precisamente de la extendida práctica en aquella época de compartir copias de los programas con los que uno se hacía con otra gente viene el nombre de este sistema de distribución, ya que en inglés compartir se dice «share» y los programas se denominan «software».

Como quiera que el programa estaba convirtiéndose en un gran éxito, Knopf empezaba a tener problemas para avisar a todos los usuarios de mejoras y modificaciones del programa. Enviar una carta a cada uno le salía bastante caro, así que decidió incluir una nota en el programa en la que solicitaba una contribución voluntaria de 10 dólares a aquellos que lo usaban para compensar en cierta medida sus gastos. La nota animaba a los usuarios a seguir usando y compartiendo el programa con otros usuarios, enviando el dinero sólo si querían ser avisados por carta de las actualizaciones y modificaciones del programa.

Una coincidencia sorprendente

Una de las primeras personas que recibió el programa con la nota acerca del dinero llamó inmediatamente a Knopf para comentarle que tenía un programa llamado PC-Talk que contenía un mensaje similar.


Knopf examinó el disco de PC-Talk y tras leer la petición de su autor de que otros programadores se unieran a su «experimento de marketing», le envió a éste una copia de Easy File.

Fluegelman quedó impresionado, llamó a Knopf, e inmediatamente se pusieron de acuerdo para hablar el uno del otro en los discos que enviasen a sus usuarios. Knopf se comprometió a cambiar el nombre de Easy File por PC-File y pasó a pedir 25 dólares por él, la misma cantidad que pedía Fluegelman.

Ninguno de ellos pudo imaginarse que su experimento terminaría convirtiéndose en una industria multimillonaria. Knopf, que pretendía como mucho sacar algo de dinero para ir pagando accesorios para su ordenador, o en sus sueños más disparatados, llegar a conseguir 1.000 dólares, terminó ganando a mediados de 1984 diez veces más con el shareware que con su trabajo en IBM. En su momento álgido la empresa que Knopf creó para llevar sus productos shareware llegó a tener más de 35 empleados y a ganar más de 4,5 millones de dólares al año.

Las historias de estos dos pioneros, sin embargo, tienen finales bien distintos, ya que mientras que en 1992, a la edad de 49 años, y tras sufrir un ataque al corazón, Knopf se retiró para a disfrutar de su familia y de su fortuna, Fluegelman no pudo disfrutar del éxito de su idea, ya que desapareció misteriosamente en 1984 y se le supone muerto.

Hoy en día el shareware goza de un estupendo medio de distribución en Internet, inmediato y sin los costes asociados a tener que enviar los diskettes o CDs de un lado a otro, y prueba de ello es que hay miles de sitios de los que descargarlo, como por ejemplo Tucows.

(Ultima actualización: Junio de 2005)

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