Un brillante equipo de mujeres, que estuvieron allí desde los primeros tiempos del JPL en 1936 y que eran conocidas como computadoras, fueron las responsables de hacer los cálculos de las ventanas de lanzamiento, las trayectorias, el consumo de combustible y otros detalles que ayudaron a que el programa espacial estadounidense fuera un éxito – NASA/JPL-Caltech
Ya hace años que lo normal es medir la velocidad de un ordenador en hercios o, según han ido ganando potencia, en alguno de sus múltiplos como son los megahercios o gigahercios. O en FLOPS, operaciones de coma flotante por segundo, si hablamos de su potencia de cálculo. Pero me ha sorprendido averiguar que al principio de la historia de los ordenadores su potencia se midió brevemente en kilogirls, o en «kilochicas» a falta de una traducción mejor.
Pero tiene cierto sentido: cuando los primeros ordenadores surgieron en la década de los 40 del siglo pasado los cálculos eran hechos por seres humanos a los que se les llamaba «computadores». Y, con diferencia, las mujeres superaban a los hombres en número en esta profesión. Su tarea principal era hacer cálculos manuales, a veces con la ayuda de calculadoras mecánicas, para la elaboración de tablas matemáticas. Computadoras famosas fueron, por ejemplo, las protagonistas de Figuras ocultas, que luego pasaron a ser algunas de las primeras programadoras de la NASA.
El dato viene de When Computers Were Human de David Alan Grier:
En algún momento de 1944 las computadoras humanas se convirtieron en «chicas». La Universidad de Pennsylvania contrató «chicas computadoras»; Warren Weaver empezó a llamar «chicas» a las computadoras del Panel de Matemáticas Aplicadas; Oswald Veblen, que en su día había dirigido equipo de hombres computadores, usaba el término «chicas»; George Stibitz empezó a clasificar los proyectos de cálculo en «años-chica» de esfuerzo. Un miembro del Panel de Matemáticas Aplicadas definió la unidad «kilogirl», un término que presumiblemente se refería a mil horas de trabajo informático […]
Así que un «kilochica» era la cantidad de cálculos que 1.000 mujeres podían hacer en una hora. Tan simple –y sesgado– como eso.
(Vía Ethan Mollick).
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