Por @Wicho — 8 de julio de 2009

Esta página fue publicada originalmente La Voz de Galicia, diario en el que nos han fichado como colaboradores para publicar una página sobre tecnología, ordenadores, Internet y esas cosas en la sección de Sociedad.

Ilustración por Edgardo CarosíaEl cuento de nunca acabar,
La Voz de Galicia 5 de julio de 2009.

Los cambios de soporte físico y de formatos de almacenamiento exigen a los usuarios una constante actualización para no perder los datos

Cuando hace casi cuarenta años Neil Armstrong y Buzz Aldrin se convirtieron en los primeros seres humanos en pisar la Luna, las imágenes originales de su paseo por su superficie quedaron recogidas por unos aparatos llamados grabadores de telemetría M-22 en unas bobinas de cinta magnética de una pulgada de ancho similares a las que se utilizaban para grabar y escuchar música antes de la popularización de los casetes y a las que aún hoy en día se utilizan en los estudios de grabación de sonido.

Años después, cuando en el 2006 la NASA anunció que iba a cerrar el Data Evaluation Laboratory del Centro Goddard, algunos veteranos del proyecto Apolo pensaron que sería un buen momento para convertir esas cintas a un formato más moderno, pues en ese laboratorio quedaban los últimos ejemplares de M-22 en activo y de no hacerlo entonces la información contenida en esas cintas ya no podría ser leída.

Y se descubrió que nadie sabía dónde estaban esas cintas, porque a nadie se le había ocurrido marcarlas con enormes letras rojas que dijeran algo así como «documento histórico de vital importancia». La búsqueda por las instalaciones de la agencia y otras instituciones asociadas en todo el mundo continúa.

A la vista de los resultados obtenidos por el Lunar Orbiter Image Recovery Project, que está haciendo algo similar con los datos almacenados de las sondas de la serie Lunar Orbiter, los resultados pueden ser espectaculares, y corre por ahí un rumor que dice que esas cintas ya habrían sido encontradas, pero que la NASA se guarda el anuncio para hacerlo en medio de las celebraciones del 40 aniversario de la llegada a la Luna, que se cumple el próximo 20 de julio a las 22 horas 17 minutos 40 segundos, hora de España, así que habrá que esperar un par de semanas a ver si es cierto.

Lo último y lo mejor
En cualquier caso, esto que le ha sucedido a la NASA es solo un ejemplo de algo que nos ha sucedido prácticamente a todos, pues la evolución de la tecnología, en especial en los últimos treinta años o así, y el empeño de los fabricantes en vendernos siempre lo último y lo mejor ha hecho que numerosos formatos se hayan quedado obsoletos.

Seguro que todos tenemos en casa casetes con música y vinilos que guardamos por nostalgia porque en realidad no tenemos donde reproducirlos. Pero además lo mismo está pasando con los cedés, que cada vez más se ven relegados a una estantería pues cuando llegan a casa se los utiliza una vez para convertirlos en MP3 y de ahí al iPod o similar, con lo que nunca más se vuelven a sacar de la caja.

Y eso suponiendo que no se haya optado directamente por hacerse con la música en cuestión a través de Internet, ya que como comentaba en alguna otra ocasión, la distribución física de este tipo de contenidos tiene cada vez menos sentido.

Lo mismo ha sucedido también con las películas de súper 8, las cintas de vídeo, los deuvedés, los HD-DVD y los Blu-ray, que, a pesar de que ganó la guerra contra el HD-DVD, no está consiguiendo las cifras de ventas que sus fabricantes desearían ni mucho menos.

En cualquier caso, el gran problema de todo esto es, como le sucedió a la NASA, que los contenidos almacenados en un soporte sobrevivan al cambio a uno nuevo.

Por lo general, cuando se trata de contenidos disponibles en múltiples fuentes como puede ser un álbum de música o una película producidos por un estudio no hay problema; pero la cosa cambia, y mucho, cuando hablamos de contenidos como las imágenes de primeros pasos de nuestros hijos, aquella película en súper 8 de las fiestas del pueblo de hace veinte años, u otros cualquiera de los que no hay más que una fuente y que además suelen tener un valor sentimental añadido. De ahí que cada vez que se produjo un cambio de soporte en el mercado aparecieran servicios para pasar de uno a otro.

El paso digital
Pero la tendencia actual a pasar todo tipo de contenidos a formato digital tampoco está exenta de problemas, porque aparte de poder acceder físicamente a los datos -aún tengo por casa cintas de casete con programas Commodore 64 y disquetes de 5 1/4 que hace años que no tengo forma de leer-, el problema es que muchos de los contenidos guardados están en formatos obsoletos creados con programas que hoy en día ya no existen, con lo que aunque los datos están ahí y probablemente aún se puedan leer, no hay forma de interpretarlos.

Por eso es importante que los datos queden almacenados en formatos lo más abiertos posible, que no dependan de un solo fabricante, o en el futuro ya no solo nuestra historia personal sino nuestra época no será otra cosa que un gran hueco en la historia.

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