Por @Alvy — 7 de febrero de 2004
«En los días anteriores al acontecimiento tuvo al mundo entero preguntándose si aparecería. Un avión tras otro estuvieron esperándole en la pista, mientras él dormía la siesta, paseaba y comía bocadillos.

Henry Kissinger le pidió que fuera por el honor de la patria.

Poco después de su llegada, ofendió a los islandeses. Dijo que su país estaba atrasado porque no había boleras. Se quejó de las cámaras de televisión, de la iluminación, de la mesa, de las sillas y del contraste de los cuadros del tablero. También dijo que la habitación del hotel no tenía buenas vistas.

Nada de eso guardaba relación con el ajedrez. O puede que sí.

Si ganaba, sería el primer campeón mundial americano de la historia. Si perdía, sería un mediocre más de Brooklyn.

En la jugada número cuarenta de la vigésimoprimera partida contraatacó el álfil a rey 6 de Spassky con un peón a torre 4. Y le derrotó.

Regresó convertido en un héroe americano. Presumió ante todo el mundo de que derrotaría al ruso, y lo consiguó. Ahora podría exigir tanto dinero como los campeones de pesos pesados. Fue invitado por jefes de estado y por reyes. Después, Bobby Fischer hizo la jugada más original e inesperada de todas.

Desapareció.»

(En busca de Bobby Fischer, 1993)
Siempre me encantó la introducción de esta estupenda película. Hace tiempo que investigué un poco sobre qué sucedió después de la desaparición de Bobby Fischer. En la misma página hay algo de información sobre Josh Waitzkin, el protagonista de la película (que alcanzó el título de Maestro Internacional).
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