Por @Alvy — 29 de julio de 2019

Las primeras películas de cine que todavía se conservan, que se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX, eran pequeñas piezas de unos pocos minutos, rodadas con gran esfuerzo e increíbles limitaciones técnicas. Estamos acostumbrados a verlas a bajísima resolución, normalmente deterioradas por el paso del tiempo, con mucho grano y a una velocidad escasa y muchas veces incorrecta (normalmente unos 14 fotogramas por segundo). Pero no siempre fue así.

En este vídeo del MoMA, que encontré a través de un reportaje de Aeon se explica por qué nuestras ideas acerca de cómo eran esas películas están completamente equivocadas. O más exactamente cabría decir, algunas de esas películas. En concreto se habla de la película en formato de 68mm filmada a 30 fotogramas por segundo, que competía con la tecnología desarrollada por Edison –más limitada por entonces– y de la que el MoMA recuperó 36 rollos para su conservación.

En esas películas, que incluyen un par de piezas en las que se ve a la mismísima Reina Victoria (1819-1901) se pueden disfrutar escenas cotidianas de gran calidad de imagen, con una nitidez que casi compite con la actual, con un ritmo fluido y natural. Este formato era un invento de la Biograph Company, fundada en 1895 y que se dedicaba a rodar documentales por todo el mundo. En total grabaron cerca de 2.000 cortometrajes y 12 películas.

Oceanic / MoMA

Es importante mirar esas películas con otros ojos: para la mayoría de la gente era la única forma de ver mundo, conocer otras culturas y ver a personajes famosos, porque no había otra forma de imágenes en movimiento (excepto algunos formatos tipo mutoscopio o flipbook, con fotografías en papel que se pasaban mecánicamente para crear el efecto de movimiento. Tal y como cuentan en el reportaje, para mucha gente ver unas cataratas, el mar o un tren llegando a una estación resultaba una experiencia sobrecogedora.

La famosa leyenda de que la gente «huía despavorida de las salas porque pensaba que el tren les iba a arrollar» está sin duda más en el terreno de la leyenda urbana que de la historia, pero es una pequeña muestra de lo que debía suponer entonces poder acceder a esta tecnología. Hoy en día todo son imágenes en movimiento a nuestro alrededor; nacemos rodeados de ellas y nos resultan tan naturales como las caras de la gente. Pero hubo un tiempo, no hace tanto, en que era algo impresionante.

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