Por @Alvy — 27 de diciembre de 2015

Los vídeos educativos de John Hess en Filmmaker IQ son una auténtica maravilla; por aquí los hemos mostrado más de una vez y lo cierto es que cualquiera podría pasarse horas y horas revisándolos para aprender sobre la cinematografía en todos sus aspectos. Yo lo voy haciendo a ratos y rescatando vídeos publicados en todos estos años. Uno de ellos, a medio camino entre la tecnología y la economía es el relativo a la medición de las audiencias, algo que se extiende al cine, la radio, la televisión e incluso a Internet.

En las salas de cine la tarea de medir las audiencias se antoja trivial: contar las entradas vendidas, lo que en la jerga se conoce como «la taquilla». Pero a la velocidad a la que se mueven las cosas esto no es tan sencillo: primero es necesario que los cines cuenten con sistemas de información sobre las ventas compatibles entre sí y casi en tiempo real (por suerte el 95% ya lo tienen); luego está el problema de los precios no unificados de las entradas (se acaba promediando). Y también la cuestión de que hoy en día los totales de taquilla se computan no solo en los Estados Unidos sino a nivel mundial – con todo el lío que eso conlleva de cambio e incluso franjas horarias.

Es importante disponer de datos cuanto antes mejor, pues en el vertiginoso mundo del cine esa información se utiliza para hacerla circular entre la crítica especializada y los medios de comunicación. De ese modo se puede conocer, por ejemplo, la taquilla de la nueva entrega de Star Wars el mismo sábado (por tradición los estrenos son los viernes) y también ya el domingo por la mañana se tiene el dato de todo el fin de semana. ¿Cómo? ¡Si no ha acabado el propio domingo! Pues sí: en ese caso se extrapolan las cifras de viernes+sábado con las de películas similares (en categoría, pantallas en proyección y resultados) para que el lunes a primera hora ya se pueda estar hablando del dato y de ese modo la rueda del «buzz» siga su curso.

En el vídeo también se explica lo carísimo que resultaba antiguamente hacer las copias en rollos de película fotográfica (como todavía hacen Quentin Tarantino y otros puristas) porque casi todas las salas son ya digitales. Todo esto forma parte de una contabilidad en la que los datos que leemos son siempre «brutos» y donde cada cual (productora, distribuidora, salas) se lleva su porcentaje. Al final, como sabemos, las salas ganan más dinero con la venta de palomitas y refrescos que con otra cosa. Palomitas que además son malas y caras. Normal que mucha gente prefiera un futuro distinto.

Respecto a las audiencias de televisión, Hess explica en el vídeo algo sobre cómo funcionaban los audímetros desde su origen en la radio –esta parte es todo un documento histórico– y el papel que el señor Nielsen jugó en todo ello uniendo audiencias + publicidad. Los audímetros son esos aparatos que solo importan a las cadenas de televisión y gentes del sector, marcan las tarifas de publicidad y separan el «bien» del «mal». Los interesados en cómo unos pocos miles de aparatos «deciden» lo que realmente interesa a la población de un país gustarán de ver ¿Quién está ahí? (la experiencia personal de alguien que es medido por un audímetro) y Free Rainer, una reivindicativa y hackeril película al respecto.

Respecto a Internet este vídeo se extiende poco, excepto algunos detalles sobre los contadores de «vistas» en YouTube y el famoso «efecto 301» que congela el contador durante un rato cuando un vídeo tiene un éxito notable entre el público.

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