Por @Alvy — 26 de noviembre de 2021

Hace algunos meses estuve viendo John DeLorean: Un magnate de leyenda (2021), un mini-documental biográfico sobre el creador de la DeLorean Motor Company (DMC), la empresa que lleva su apellido. La DMC hace décadas que no existe, pero es todavía conocida por haber fabricado la máquina del tiempo más elegante de la historia: el DeLorean DMC-12 de Regreso al Futuro. Lo que ahora llamamos simplemente «el DeLorean», con sus legendarias puertas de alas de gaviota, fue el resultado de un proyecto empresarial caótico y desastroso con toda una curiosa historia detrás, por desgracia mucho menos épica y romántica de lo que cabría suponer.

John DeLorean: Un magnate de leyendaComo decían de él en Framing John DeLorean (2019), una ficción de la misma historia protagonizada por Alec Baldwin, «Para algunos era un visionario renegado que iba a revolucionar la industria del automóvil, para otros era el mayor timador del mundo.» Los primeros dos capítulos explican cómo John DeLorean se abrió camino en General Motors, en el mismísimo Detroit, en las divisiones de «coches de lujo» lidiando con el márketing de los Pontiac y Chevrolets de los años 50 y 60. Es entonces en 1973 cuando decide probar suerte por su cuenta y fundar la DeLorean Motor Company, con la idea de crear una mezcla de deportivo biplaza y gran turismo «único, diferente y futurista», con su característico acabado en acero inoxidable. Como aquello iba a ser un proyecto deluxe comenzó encargando el diseño a Giorgetto Giugiaro, diseñador de grandes clásicos como el Lotus Esprit S1, del que tomó cierta inspiración. Luego comenzó a buscar el dinero para la empresa. No es fácil ni barato producir un coche de lujo; de hecho para minimizar los costes la fábrica se trasladó a los suburbios de Belfast en Irlanda del Norte… pero sin tener en cuenta que estaban en el peor y más conflictivo momento de la historia de aquel país.

Lo que sigue es la clásica historia de un desastre empresarial paso a paso: dificultades con la financiación, con los inversores, demasiadas promesas, pocas realidades… A eso se sumaron problemas con la fabricación y naturalmente grandes retrasos, pues el coche no saldría a la venta al público hasta enero de 1981. Todo ello mientras DeLorean gastaba el dinero a espuertas en márketing, promoción y –a título personal– pegarse la vida padre con un sueldazo, maletines viajantes llenos de billetes, obras de arte y otros lujos, algo para nada acorde con la situación. Hasta los contables de la empresa estaban escandalizados.

Delorean DMC-12 (CC) Jason Leung @ Unsplash

Este naufragio a cámara lenta se tradujo en que sólo se fabricaron unas 9.000 unidades del DMC-12. Y aunque parecía que los concesionarios estadounidenses se los iban a quitar de las manos (había incluso lista de espera) todo fueron problemas, especialmente por el cambio de posición del motor respecto al diseño original y luego por el acabado. Los clientes tuvieron problemas con las puertas, con los pedales, con la suspensión, con la antena de la radio y hasta con el desgaste de las ruedas. No había un manual de servicio técnico oficial y los concesionarios se desesperaban; era algo inaceptable para un coche que costaba el equivalente a unos 80.000 dólares de hoy en día. Se vendieron sólo 3.000 unidades el primer año y al siguiente algunos cientos más con grandes descuentos.

La única salida digna era declarar la bancarrota, algo a lo que DeLorean se resistía y que probablemente debería haber planteado mucho antes. Entre pitos, flautas y festejos ya había perdido 175 millones de dólares. Y tal y como explica el documental, en medio de todo el pifostio el FBI le pilla comprando 25 kilos de cocaína en la habitación de un hotel, probablemente para revender por unos 24 millones de dólares (que pagarían la insolvencia de unos 17 millones en que andaba inmerso). Aunque en el vídeo se ve a DeLorean charlando con el vendedor –que no era sino un agente encubierto– y efectuando la compra con sus propias manos, tras la detención y posterior juicio en 1984 fue declarado «no culpable» porque se consideró que los policías sobrepasaron la línea de la incitación a cometer el delito al tentarle con demasiado ahínco desde el lado oscuro con «dinero fácil».

Curiosamente el documental no entra a hablar mucho del DeLorean en la película Regreso al futuro, algo que fue simplemente una elección artística y de producción, sin que hubiera un acuerdo previo, emplazamiento de producto ni nada parecido. John Delorean escribió a Zemeckis, el director, para agradecerle la elección tras ver la película, pero poco más. Irónicamente esto marcaría el legado de DeLorean, pero no fue hasta 1985 con la compañía extinta. La popularidad de la saga convirtió al DMC-12 en objeto de culto. De hecho todavía hay miles de DeLoreans circulando, existen piezas de repuesto para ellos y se hacen convenciones, reuniones de propietarios y se restauran delicadamente. Una buena muestra es este vídeo de entrega de una réplica casi perfecta, condensador de fluzo incluido:

¿Cuál es la moraleja del documental? Toda esta historia no es muy diferente de la de muchos otros empresarios, emprendedores, charlatanes y estafadores, en el sentido de que lo que diferencia a unos de otros es su capacidad real para llevar a cabo un proyecto viable, la forma de lidiar con las dificultades y por supuesto la intención última.

Hay algunos grandes rasgos comunes a casi todos los proyectos empresariales: cómo conseguir la financiación, qué hacer con ella y qué ocurre si las cosas no vienen bien dadas. Pero hay una línea muy fina que separa el éxito del fracaso, y el mismo dinero que puede hundir un proyecto cuando no está disponible –haciendo que todo sea considerado humo, algo inviable o directamente una estafa– es lo que a veces lo salva o incluso encumbra como un producto estupendo, exitoso y propio de visionarios.

¿Qué sucede entonces? Los fracasos se excusan porque se trata de «visionarios adelantados a su tiempo» a «devenires de los mercados», se achacan a la «competencia desleal» o a «injustas y azarosas circunstancias». Pero cómo enfrentarse ante el fracaso también marca la diferencia. Una comparación entre Elon Musk (Tesla, SpaceX) y John DeLorean sería un ejercicio interesante, porque ambos estuvieron completamente al límite en sus proyectos, pero los finales fueron muy diferentes, como ha demostrado la historia… hasta ahora.

John DeLorean murió en 2005 con 80 años, arruinado y con ideas un tanto delirantes de un DMC2 y otros vehículos y proyectos, incluyendo un monoraíl. Gracias a estos documentales y películas sabemos algo más sobre su historia.

{Foto (CC) Jason Leung@ Unsplash.}

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