Por @Wicho — 22 de septiembre de 2011

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente.

Desde hace años la industria audiovisual vive obsesionada por el hecho de tener que enfrentarse a que los compradores podamos hacer copias del material que nos venden.

Logo anticopiado en cinta
La industria musical lleva años muriendo… O eso dicen

Esta obsesión, además, no ha hecho sino acrecentarse en un mundo perfectamente copiable en el que la tecnología nos deja hacer infinitas copias de un archivo sin que este pierda calidad, independientemente de que sea una copia de una copia de una copia de una copia de… Otra copia.

Por ello, llevan invertidas cantidades ingentes de dinero en sistemas anticopia, en el mundo digital conocidos como sistemas de gestión de derechos digitales, que nunca han hecho otra cosa que molestar a los compradores sin suponer ningún obstáculo serio para aquellos dispuestos a copiar sí o sí esos productos.

También han invertido enormes cantidades de dinero en presionar de una forma u otra a los políticos para que «hagan algo» al respecto, en campañas de concienciación más o menos desafortunadas, y en estudios que una y otra vez pretenden demostrar lo mala que es la mal llamada piratería para la industria.

Creo que no conozco ni uno solo de estos estudios que no haya sido desmontado paso por paso en cuanto fueron sometidos al más mínimo escrutinio, pero uno de los que se lleva la nota en los últimos tiempos es sin duda el llevado a cabo por la Society for Consumer Research tras las acciones legales emprendidas por la industria contra el sitio Kino.to.

Después de haber publicado comunicados de prensa que describían el sitio como «una organización criminal para cometer infracciones del copyright de forma profesional» resultó que el estudio descubrió que sus usuarios eran algunos de los mejores clientes de la industria audiovisual.

Por lo visto muchos de ellos usaban el sitio para ver qué merecía la pena comprar, y se gastaban dinero en acudir a estrenos y sesiones especiales. Por lo general, gastaban más que la media del resto de los consumidores en películas, música, etc.

El estudio, por supuesto, ha sido convenientemente enterrado, y el cliente que lo encargó ha decidido permanecer en el anonimato.

Si a esto le añadimos además con los resultados obtenidos en los Estados Unidos por Fox, que vio como las descargas de sus series en redes P2P disminuían en hasta un tercio en cuanto puso sus series a disposición del público en Hulu, todo parece indicar una vez más que los usuarios estamos más que dispuestos a pagar por el contenido que nos interesa.

Pero a lo mejor en nuestros términos y no en los que se empeña en fijar una industria anclada en el pasado y en unas cifras de beneficio que se sostenían no necesariamente en la calidad de sus productos.

En este sentido, es una lástima que iniciativas como Filmin se encuentren con todas las dificultades con las que se encuentran a la hora de incorporar contenido a su catálogo.

Ojo, no quiero decir con todo esto que en cuanto haya una oferta amplia y cómoda de usar vaya a desaparecer la mal llamada piratería.

Siempre habrá quien no esté dispuesto a pagar nada, por muy fácil que se lo ponga, y siempre habrá quien no pueda permitírselo, aunque estos últimos tienen el potencial de convertirse en buenos clientes.

Pero también se que hay un montón de gente que está dispuesta a pagar por un contenido al que pueda tener acceso fácil y rápidamente, como sucede con iTunes o con Amazon.

Lo que pasa es que mientras la industria audiovisual se empeñe en poner por delante el ganar dinero de mantener contentos a sus clientes, mal pinta la cosa… Igual que sucede con la industria editorial, por otra parte.

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