Por @Alvy — 15 de diciembre de 2021

Esta pequeña película japonesa de Junta Yamaguchi es toda una muestra del ingenio y ambor el trabajo por «amor al arte» de algunos amantes del cine. Una película que sabe a poco (71 minutos) rodada con bajísimo presupuesto, un guión tremendamente ingenioso y un iPhone. Está disponible en varias plataformas digitales (Apple TV y YouTube al menos, con doblaje al castellano) y aunque es la enésima película de viajes en el tiempo que toca los diversos tópicos ya conocidos, intentar darle –con éxito– otra vuelta de tuerca a lo que ya estamos acotumbrados a ver, días de las marmotas y paradojas del abuelo incluidas.

La historia –sin peligro de spoilers– trata sobre un propietario de una cafetería y sus amigos y gira alrededor de unas televisiones/pantallas que están en el local y en su apartamento en el piso de arriba, que de repente comienzan a retransmitir escenas de dos minutos desde el futuro como si hubieran caído en un extraño bucle temporal. La cosa se comienza a complicar mientras el protagonista descubre cómo funciona el fenómeno, se lo enseña a los demás y empiezan a probar las típicas gansadas que le ocurrirían a todo el mundo: cómo hacer juegos de predicción, aprovecharse del futuro y –obviamente– ganar dinero. Todo se complica cuando a uno de ellos se le ocurre cómo ir más allá de esos dos minutos, que son algo simpático pero poco práctico.

Tal y como se deja entrever en las escenas post-créditos toda la historia está grabada con iPhone, un edificio real y haciendo que parezca que toda la película parezca un larguísimo plano secuencia. Tiene fallos a mansalva: las escenas mal iluminadas y con grano, cortes de cambio de plano muy evidentes o situaciones imposibles como un televisor con el cable de alimentación infinito… Pero lo curioso es que todo eso se olvida si te enfrascas en la historia que es superenrrevesada aunque paradójicamente fácil de seguir.

Si te gustan las historias relacionadas con viajes en el tiempo, el efecto Droste, las paradojas, el determinismo o el libre albedrío cada diálogo te dejará cierto regusto porque plantea preguntas que van mucho más allá de lo obvio que se ve en pantalla. Bien merece verse, es un soplo de frescura entre tanta superproducción hollywoodiense.


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