Por @Alvy — 15 de agosto de 2021

Tenía guardado por ahí para ver este enlace a Me and Bobby Fischer (Fridrik Gudmundsson, 2010), un extraño y curioso documental sobre los últimos días del Campeón Mundial de ajedrez Bobby Fischer y su insólito declive. Está disponible completo en YouTube. Creo que ni siquiera llegó a estrenarse en cines ni en DVD, tan sólo en un festival, como a veces sucede a este tipo de obras.

El trasfondo es bien conocido: tras derrotar a Spassky en 1972 el «niño prodigio del ajedrez estadounidense», Bobby Fischer, pasó a ser Campeón del Mundo a sus 28 años pero no volvió a jugar durante años. Anduvo metido en diversos asuntos, retornó para presentar su reloj de ajedrez mejorado y en 1992 estalló públicamente contra el Gobierno de los EE.UU y su política internacional. No se sabe en qué punto se le «fue la olla» del todo (ni cuál era su diagnóstico) pero actuaba de forma errática, esquizofrénica o como si tuviera algún tipo de trastorno de la personalidad; nunca fue tratado ni diagnosticado y se negaba a ir al médico. El caso es que hacía declaraciones a favor de los atentados del 11-S, llamó criminales a los Estados Unidos, bastardos a los japoneses y acaba cada comentario con algún alegato antisemita con un odio encarnizado contra los judíos, como puede verse en el documental. Fischer no era precisamente un ángel de la concordia y el buen rollo, pero por su obsesión y forma de expresarse más bien daba señales de que algo iba mal en su cabeza. Escupió en una rueda de prensa sobre la orden del gobierno que le advertía de que no jugara en la sancionada Yugoslavia, pero finalmente jugó, ganó y se llevó el premio). Finalmente lo detuvieron en Japón porque su pasaporte americano había sido revocado aunque no se le acusaba formalmente de nada y pasó varios meses en un centro de detención. Se quejaba además de «torturas» (algo que ya le había pasado cuando lo detuvieron en Pasadena por otro asunto) y de que el centro estaba «demasiado cerca de una central nuclear». Decía que para evitar la radiactividad no se había hecho una radiografía en 30 años.

El documental comienza más o menos en este punto: Saemundur Palsson, quien fuera su guardaespaldas durante el campeonato de 1972, recibe una llamada de teléfono. Fischer y él habían entablado una amistad muy especial durante aquella época y era de las pocas personas en las que Fischer confiaba. Armado de paciencia y buenas intenciones, viaja a Japón con la mujer de Fischer (japonesa) y contacta con activistas, abogados e incluso un cura. Tras muchas gestiones el gobierno islandés proporcionó a Fischer un pasaporte temporal y luego le otorgó la nacionalidad «por razones humanitarias», todo para sacarlo de allí.

Cuando llegó a Islandia con aspecto de Náufrago –ya no podía viajar a otro sitio, pues pendía sobre él una orden de captura internacional– mejoró su abandonado aspecto, pero poco cambió su comportamiento: siguió erre que erre contra los judíos y el gobierno estadounidense. No tuvo mucha actividad pública y se quejó de que le habían quitado sus posesiones, un dinero que guardaba en Suiza y de que le estaban engañando con el rodaje del documental (señales de trastorno paranoide, quizá). Vivió cerca de los escasos amigos que le admiraban y murió a los 64 años de una enfermedad renal. Lo enterraron junto a una pequeña inglesa (sobre esto y lo que pasó con la herencia hay otras historias, pero hay que buscarlo en artículos de la época).

Grabado con pocos medios y mucha paciencia, el documental no es una gran superproducción sino más bien un documento histórico para documentar sobre todo esos últimos meses de la vida del Gran Maestro. Tiene escenas inverosímiles, como ver en el metro de Tokio a un policía islandés, una señora japonesa, un abogado americano y un cura yendo a visitar a Fischer al centro de detención. Y hay muchas escenas de Saemundur «Rokk» Palsson narrando sus aventuras, bañándose y jugando al bridge en un pueblo de Alicante, donde se retiraba a vacacionar junto con un grupo de islandeses. Definitivamente, un documental curioso capaz de enganchar, que se puede ver en un ratillo y que probablemente contiene las últimas imágenes de Fischer vivo de las que tenemos constancia.

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