Por @Alvy — 18 de julio de 2015

Project Almanac

{Nota: contiene ligeros spoilers que quizá prefieras evitar; pero probablemente no son nada que no mostraría el trailer.}

De entre todas las películas sobre máquinas en el tiempo que existen -y hay más de 1500 catalogadas- Project Almanac (2015) de Dean Israelite, es tal vez una de las más puras. Entendida esa pureza en el sentido de que el viaje en el tiempo y la fabricación del dispositivo temporal es la parte principal del argumento, junto con las consecuencias de su uso. En cierto sentido se asemeja mucho a otras como Primer o Frequently Asked Questions About Time Travel; también toma prestados infinitos elementos y homenajes a Regreso al futuro.

La aventura está protagonizada por un grupo de millenials en plena adolescencia, rodada en una especie de «grabación documental» con mucha cámara en primera persona y algunas escenas capturadas incluso con GoPros. Toda la tecnología actual juega su papel; tanto es así que la máquina del tiempo acaba construida con piezas de Xbox, la batería de un Prius y el software corriendo como una app del móvil.

La historia es la de un chaval que quiere ir a estudiar al prestigioso MIT pero que ante las dificultades para ser becado decide buscar un buen proyecto que presentar. Ayudado por sus amigos ingenieros, su hermana y otra amiga -que le da el toque de tensión-sexual-no-resuelta al asunto- todo se empieza a complicar en una alocada espiral según se desarrollan los acontecimientos.

Me pareció muy divertido cómo estos geeks usan su peculiar jerga y referencias a la cultura popular a lo largo de la película: «Matar a Hitler en cuanto puedas es de primero de parvulitos de máquinas del tiempo», dice uno de ellos. Llegado el problema, comienzan los dilemas: ¿Qué harías si pudieras viajar al pasado? ¿Aprobar exámenes, ganar la loto, ir al estreno de Star Wars? Pero naturalmente el Universo se retuerce, casi de forma literal, cuando deciden emplear el poder de los viajes temporales para cambiar o «arreglar» cosas del pasado.

Una auténtica perla: en una ocasión intentan imitar a Bill Murray en Atrapado en el tiempo (El día de la marmota) y repetir y repetir y repetir un instante hasta culminarlo a la perfección mientras un profesor no hace más que alterar su comportamiento ante cada pequeña modificación de la realidad. Uno de los chavales se lo toma como un reto: «vale, vale: voy a marmotear a ese cabronazo» es la gloriosa expresión que usa, algo que si se piensa sólo podría salir de la boca de un viajero del tiempo.

La peli puede resultar normalilla pero diría que es rápida e incluso entretenida para el espectador medio; para los fans de los viajes temporales es de obligada y detallada revisión. Porque hay algunas sutilezas muy bien logradas, infinidad de homenajes y, quieras que no, de toda película de este tipo se aprende algo nuevo. Que nunca se sabe cuándo se va a poder necesitar...

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