Por @Wicho — 28 de agosto de 2018

Rumbo a lo desconocido (Approaching the unknown) es una película ambientada en un futuro no muy lejano en la que el capitán William Stanaforth viaja rumbo a Marte a bordo de la Zephyr. Le sigue tres semanas después la capitán Emily Maddox en la Boreas. Son misiones sin retorno aunque no suicidas porque sobre la superficie de Marte les esperan suministros que han sido enviados con anterioridad para que puedan establecerse allí a la espera de nuevos colonos. Cuentan, además, con un cacharro diseñado por Stanaforth que es capaz de extraer agua del suelo marciano.

Ojo, que vienen spoilers.

Pero como es de rigor las cosas empiezan a torcerse. Pocas semanas después de su lanzamiento el sistema de guiado de la Boreas se estropea y Maddox tiene que volver a Tierra. Luego Stanaforth se carga por listillo el generador de agua, que por algún inverosímil motivo a pesar de estar diseñado para sacar agua del suelo es la principal fuente de agua a bordo de la Zephyr. Pero no se lo dice a nadie porque no quiere que le obliguen también a abortar la misión e intenta repararlo a la desesperada mientras su aseo personal pasa a tener una prioridad baja, por no decir nula. Y para cuando en el control de la misión se enteran de lo que está pasando Stanaforth se hace con el control manual de la nave para seguir adelante. Eso sí, pilotando a ojo, porque según él mismo dice la nave no le está dando datos acerca de su posición en el espacio.

Sé que al ver una película ambientada en el espacio casi siempre es necesario suspender la incredulidad. Y no tengo problemas en creer en naves que viajan más rápido que la luz o incluso en los midiclorianos si estoy viendo alguna de las películas de Star Wars. Pero si se trata de una película que trata de un programa espacial más o menos real y cercano en el tiempo mi nivel de suspensión de la incredulidad es bastante menor.

El alambique de Stanaforth. Si por lo menos produjera licor café…

Y a estas alturas mi espaciotrastorno estaba a punto de provocarme convulsiones. Naves rumbo a Marte con un solo tripulante mientras que la estación espacial en la que repostan de camino allá tiene dos tripulantes. Naves con sistemas no redundantes como el giroscopio que casca en la Boreas y obliga a abortar su misión. Naves con sistemas de a bordo que no pueden ser monitorizados desde el control de la misión. Naves en las que un cacharro diseñado para generar agua a partir de la humedad del suelo sea la única fuente de agua potable a bordo… Y eso por no hablar de lo de las comunicaciones instantáneas todo el rato, independientemente de la distancia a la que la Zephyr estuviera de la Tierra.

Pero lo mejor estaba por llegar porque luego la Zephyr va y se mete en una especie de extraña nebulosa que aparece entre la Tierra y Marte –lo mismo era una flatulencia del Gran monstruo galáctico– que hace que todo tome tintes psicodélicos durante un rato. Hasta que, de repente, y sin mayor explicación, Stanaforth aparece de nuevo perfectamente afeitado en una nave en estado prístino, y listo para aterrizar en Marte. Eso sí, el módulo en el que aterriza es muy pequeño, con lo que a uno le queda la duda dónde ha dejado el famoso cacharro de generar agua.

Y a estas alturas yo ya no sé si es que Stanaforth está agonizando a bordo del Zephyr y eso es una alucinación de última hora, si es que los midiclorianos se han apiadado de él y le han arreglado la nave y le han dado una buena ducha y lo han afeitado para que llegue presentable –y espero que con ropa interior limpia– a Marte, que como dicen nuestras madres nunca se sabe… o qué demonios ha pasado.

Todo esto puede tener que ver con que esta película nació como una especie de performance en la que un actor iba a pasar un mes metido en el interior de un autobús acondicionado para parecer una nave espacial más o menos improvisando su actuación y que de algún modo el director consiguió venderle esa idea a la Paramount para hacer una película sin tener todavía muy claro qué iba a contar en ella.

La película está el iTunes, Netflix y similares… pero yo recomiendo tomar un rumbo de 180º respecto a ella si te entra la tentación de verla habiendo tanto y tan bueno que ver en esas plataformas.

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