Hic sunt spoilers (aunque pequeños y creo que nada que no hayas visto en los tráileres).
Ha pasado casi un año desde la aparición del demogorgon. En Hawkins el sheriff Hopper intenta mantener la tranquilidad mientras en el laboratorio Sam Owens el gobierno intenta mantener el control de «aquello». Dustin, Lucas, Mike y Will y el resto de los que saben o que sucedió intentan llevar sus vidas con toda la normalidad posible, aunque Will de vez en cuando tiene episodios que no está claro del todo si están sólo en su mente o si significan algo más. Y para Mike no es nada fácil haber perdido a Once.
Pero pronto queda claro que todas las buenas intenciones del sheriff y de Owens no van a servir de nada, ya que algo maligno acecha Hawkins de nuevo. Y esta vez parece ser mucho peor que en el pasado.
Así que de nuevo la pandilla –con algunos nuevos aliados y la colaboración de viejos conocidos– tendrá que jugarse la vida por su amigo Will y, de paso, por todos sus convecinos y por el resto de la humanidad.
Y tendrán que pagar un precio.
Como con toda serie, película o libro de los que se ha hablado y escrito tanto las expectativas juegan en su contra. Pero a mí esta segunda temporada de Stranger Things me ha gustado más que la primera. Es más oscura, y los guionistas no están todo el rato preocupados de colar referencias a los ochenta, aunque haberlas «haylas».
Quizás tarda un poco en arrancar, y hay algunos arcos argumentales que no parecen ir a ningún sitio, aunque probablemente lo que han hecho es ir preparando el terreno para la tercera temporada. Pero si te gustó la primera temporada tienes que ver la segunda.
Hay material extra en unas piezas de unos veinte minutos llamadas Más allá de Stranger Things que también merecen la pena.
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