Por @Alvy — 25 de agosto de 2005

The Corporation. Un documental de Jennifer Abbott, Mark Achbar y Joel Bakan. Tres capítulos de unos 60 minutos. Web oficial: The Corporation. Canadá. Inglés. 2003.

Hace algunos pocos cientos años las «corporaciones» eran entidades prácticamente insignificantes. Sólo existían con fines limitados y concretos. Muchas eran similares a las actuales ONGs. Sin embargo, algo cambió y desde el siglo XVII en Europa, algo después en América, su sed por «ganar dinero» las convirtió en verdaderos gigantes. Hoy en día las empresas son tan grandes y poderosas como muchos gobiernos del mundo - o incluso más. Igual que en su día lo fueron la Iglesia, la Monarquía o el Partido Comunista en diversas épocas y lugares. Este documental explora cómo se ha llegado a la situación actual analizando desde su origen qué es una corporación, cómo funciona realmente, por qué actúa como actúa y cuáles son los efectos de sus acciones sobre el MundoReal™. Para realizar este análisis los autores dividen en tres horas el documental, tratando temas bien distintos pero interelacionados.

1. El origen de las corporaciones

Esta es seguramente la parte más interesante de las tres y para mi la que resultó más informativa. Analiza el origen y la entidad legal de la corporación como «persona». Salvando algunas las diferencias entre Estados Unidos y el resto del mundo, la entidad «empresa/corporación/compañía» (vienen a ser lo mismo, de modo que usaré «corporación» parra abreviar) es prácticamente igual en todas partes. La corporación es una creación artificial, una figura puramente legal que otorga a una entidad la práctica totalidad de «derechos» que tienen las personas: poseer, comprar, vender, pleitear y muchos más. Pero al mismo tiempo, libera a la entidad de muchas obligaciones. Y, especialmente, actúa como «aislante legal» para las personas «reales» que la gobiernan. La única obligación de una corporación es generar beneficios para los «dueños». Igual que un tiburón está «diseñado» como «máquina perfecta para matar», la empresa actúa con el mismo diseño despiadado para «obtener beneficio». Cualquier otro aspecto es secundario. Especialmente el bienestar de las personas que trabajan para ella, de las personas a las que afectan sus acciones y decisiones, o incluso el bienestar del propio planeta. Todos esos aspectos son secundarios frente al beneficio.
  • El propio nombre corporación («formar un cuerpo») indica lo legalmente iguales que son personas y corporaciones. Sin saberlo a ciencia cierta, yo diría que el término castellano «empresa» debe tener más que ver con la concepción original de «grupo de gente que se une con un objetivo común, por ejemplo, construir un puente o explorar un nuevo continente». Tal vez sucede lo mismo con «compañía» aunque implica «varias personas». Los términos como S.L. (Sociedad Limitada) o (Sociedad Anónima) (equivalentes a las Inc. americanas, «Incorporated» = corporaciones) son también una curiosa referencia sobre la «limitación de responsabilidad» de los propietarios o cómo pueden permanecer «anónimos» (e impunes) ante potenciales malas actuaciones de la «corporación».
Se aprenden muchos detalles importantes y curiosidades sobre las corporaciones en esta primera parte. Para empezar, la manipulación original de los abogados de las empresas sobre la 14ª enmienda de la Constitución de los Estados Unidos para convertir lo que era el derecho de los esclavos liberados a su propia vida, a la propiedad y la protección legal, aplicándolas a las entonces emergentes primeras empresas para convertirlas a todos los efectos en «personas».
El hecho de que las corporaciones deban legalmente poner por delante de todo el obtener beneficios, antes incluso que el bien público, no es algo que haya surgido espontáneamente, es una decisión muy estudiada, de hecho una decisión judicial. Sólo deben preocuparse legalmente de obtener beneficios a corto plazo para sus accionistas. Accionistas que además está muy concentrados. Más o menos la mitad de las acciones de todas las corporaciones que existen es propiedad de sólo el uno por ciento de la población más rica. Y el ochenta por ciento de la población, los menos pudientes, controlan solo el cuatro por ciento de las acciones de las corporaciones. [Noam Chomsky]
Encontré por fin una buena definición de externalidad en este documental: «el efecto externo que tiene una transacción entre dos partes sobre una tercera parte que no tiene nada que ver al respecto». La persona A tala un bosque vende la madera a B quien la compra para construir una casa. Pero el vecino C, que vive cerca del bosque sufre los efectos externalizados de la transacción: deforestación, contaminación, etc. Las empresas se comportan como máquinas de externalizar según uno de los entrevistados sin importarles nada que no sea la transacción y su beneficio. (Nota personal: En cierto modo me encanta que entonces internalidad signifique justo todo lo contrario y venga a ser algo así como «hacer tuyos los problemas y preocupaciones de los demás para darles solución» - aunque no figure así en el diccionario.)

La externalización, el mal trato a los trabajadores, a los clientes, la mentira, el engaño (incluyendo la publicidad), la falta de remordimientos, la práctica esclavitud en que trabajan personas del tercer mundo para las corporaciones del primer mundo, la falta de respeto hacia el medio ambiente... Todo esto según el documental son signos de un trastorno. Si hubiera que diagnosticar a la «corporación persona» como a un «paciente», el diagnóstico sólo podría ser uno: una corporación es un psicópata peligroso.

2. El impacto de las corporaciones en la sociedad

Esta segunda parte describe cómo están influyendo las corporaciones en la sociedad y el planeta, tanto en el sentido medioambiental como en las personas y su comporamiento como individuos y como diversos grupos. Se analizan algunos casos sobre cómo ciertos bienes públicos ahora no son tan públicos, o cómo ciertas empresas subsidiadas por el bien común son privatizadas. Guerras por recursos naturales que deberían ser de todos. O por qué para las corporaciones las cosas sólo tienen valor cuando alguien las posee. Por eso dan tanta importancia a las patentes e intentan patentar cosas como los genes, animales, hasta el punto de que hoy en día es posible patentar cualquier ser vivo de laboratorio excepto un ser humano completo. La «propiedad» sobre la canción Feliz Cumpleaños hace que una subsidiaria de Time-Warner reciba 10.000 dólares cada vez que se utiliza en una película. Esto está mejor explicado si caba en el libro Free Culture de Lawrence Lessig.

Hay una sección interesante sobre cómo las empresas enfocan la publicidad para influenciar a la sociedad. Es tremendo el fragmento dedicado a los niños:

Con la publicidad puedes intentar manipular a un consumidor adulto para que compre algo. Es como un juego. Pero los niños no son «pequeños adultos». Sus cerebros no están formados completamente. De modo que lo que hace la publicidad es aprovecharse de esa vulnerabilidad en su desarrollo mental - conscientemente. Esa publicidad está generalmente asesorada por psicólogos (...) «Alguien me preguntó... ¿Pero eso es ético? Porque estás manipulando a los niños. Bueno, no sé si lo es. En realidad la misión de las empresas es vender productos. Si tenemos un producto y podemos hacer un buen anuncio y comprar tiempo en los medios, y publicitarlo, y con eso vendemos más... habremos logrado nuestro objetivo. [Lucy Hughes, VP de Initiative Media, una de las mayores centrales de medios publicitarios. Hughes fundó una empresa llamada Nag Factor para asesorar a las empresas sobre cómo conseguir que los niños les pidieran insistentemente cosas a sus padres para que se las compraran.]
Una de las historias más divertidas de este capítulo es la de Mark Barry, que básicamente es un «espía corporativo» que ha visto de todo y que cuenta algunos detalles realmente interesantes sobre ingeniería social, pero también sobre las relaciones entre las más grandes empresas y los gobiernos.

3. Cómo resistirse a las corporaciones

Esta última parte del documental es la que aboga más por el activismo, explicando el problema de las privatizaciones (tomando como ejemplo el suministro de agua en Bolivia) y ahondando en algunos otros ejemplos como la relación entre las empresas y la sociedad muchas veces es inhumana.

Uno de los ejemplos más terribles, a la vez que tecnológico es el que narra Edwin Black, autor de IBM and the Holocaust. Ya había leído brevemente algo sobre esto en 50 Things You're Not Supposed to Know pero aquí se explica con más profundidad y a la perfección. Black cuenta cómo fueron máquinas de IBM -empresa abanderada de los Estados Unidos- las que se emplearon en la Alemania Nazi para gestionar, catalogar e «informatizar» (en tarjetas perforadas de la época) la información sobre todas las personas enviadas a morir en los campos de concentración. Ante las alegaciones de IBM de que «esa historia no está del todo demostrada», de cuál era la conexión, o si fue una actuación de la subsidiera alemana, Black enseña en la película los documentos de clasificación, las tarjetas perforadas, las cartas y los contratos - con fechas hasta de 1942. Estamos hablando de contratos de leasing y mantenimiento de las máquinas, dado que los operarios de IBM debían acudir a los propios campos de concentración a repararlas: contratos directos entre los campos de concentración y la sede de IBM en Nueva York, vamos. Tremendo. (Ya estoy tardando en encargar tan conspiranoico libro.)

La lista de empresas condenadas y multadas con cientos de millones de dólares por malas prácticas es también curiosa y extensa, no deja títere con cabeza.

El final del documental reclama que sea la gente corriente quien recupere el control del mundo frente a las corporaciones. Igual que en otros tiempos se consiguió cambiar el que existieran negocios como la esclavitud, que fueron abolidos, o se recuperon para la sociedad bienes públicos como el agua en Bolivia.

La cinta está repleta de fragmentos de entrevistas a personajes interesantes, entre ellos algunos muy conocidos como Noam Chomksy (profesor del MIT), Michael Moore (Óscar por Bowling for Columbine), Naomi Klein (autora de No Logo) o Anita Roddick (The Body Shop) así como algunos otros tipos simpáticos que no me resultaban tan conocidos, como Mark Barry (el espía corporativo) o gente que gestiona grandes empresas pero con buenos discursos respecto a todo esto, como Ray Anderson (un CEO con conciencia) o Sir Mark MoodyStuart (otro que demuestra cierta conciencia, pese a haber sido CEO de Shell).

En un final ilustrativamente bello por lo irónico/paradójico, Michael Moore cierra el documental explicando por qué son corporaciones quienes le permiten a él hacer sus películas-denuncia sobre las corporaciones y el capitalismo: sencillamente porque de ese modo esas corporaciones ganan mucho dinero con ello.

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