La verdad: me esperaba algo más histriónico de The Orville. Es una criatura surgida de la imaginación de Seth MacFarlane – el conocido creador de Padre de familia y Padre Made in USA (además de la versión moderna de Cosmos, esa en serio). Está ambientado en una especie de «versión autorizada de un universo parecido al de Star Trek». Pero las aventuras de este remix alternativo trekkie, protagonizadas por el mismo MacFarlane en persona como capitán de la nave se quedan un poco… cortas.
Sí: The Orville parece grande en presupuesto, tiene estupendos decorados, vestuario, gadgets y efectos especiales más que dignos… Pero el humor no está a la altura. No recordarás un chiste ni un episodio memorable. Y se supone que iba de eso. La serie empieza bien, porque tener de primera oficial a una «ex» parecería que va a dar mucho juego… pero no cuaja más allá del primer chiste al respecto.
En comparación, el episodio promedio de Padre de familia le da mil vueltas. Y es que cuando se trata de representar el verdadero ambiente de una nave de la Unión de Planetas –aquí todo se llama «parecido»– el resultado es tan predecible como burdo. Seguro que había mil maneras mejores de jugar con todos los temas tabú. Quizá si hubiera girado el mando del humor negro o satírico al máximo hubiera sido otro el resultado, pero en el Orville… ni chicha ni limoná.
Los doce episodios de esta primera temporada son un pupurrí de situaciones típicas; los protagonistas versiones remezcladas a medio camino entre los de Star Trek: La nueva generación pero al estilo Héroes fuera de órbita (que era bastante más graciosa, la verdad). Para colmo algunos no está claro si son serios o pretenden serlo, algo que descoloca bastante al espectador.
En fin, pese a todo está entretenida y como está bien producida (y es trekkie) se deja ver, pero nada que ver con cualquier alternativa trekkie real – por no hablar de otras comedias en otros universos, cercanos y lejanos. En especial palidece frente a Discovery, su hermana por año de estreno, que en comparación –aunque suene increíble– tiene un humor mucho más fino y memorable.