Por @Alvy — 23 de febrero de 2016

War Games / Póster¿Qué sucedería si todas las diatribas en contra de los sistemas de cifrado y seguridad hubieran tenido su origen en una película de ficción? ¿Si se hubieran gastado millones y millones en defender a un país de amenazas imaginarias? ¿Si al presidente del país más poderoso del mundo le influyera más lo que ve en el cine que la realidad que le rodea?

Ese es el trasfondo de una preciosa historia de Fred Kaplan en The New York Times titulada WarGames and Cybersecurity’s Debt to a Hollywood Hack. En ella se cuenta –según ha podido investigar el periodista a raíz de entrevistas, libros y documentos originales– cómo el hecho de ver Juegos de Guerra (1983) impactó y trastornó tanto al por entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, que llegó a encargar informes y respuestas a amenazas imaginarias que tan solo se habían planteado en un guión de Hollywood.

En la película un joven hacker descubre un ordenador del Departamento de Defensa marcando números al azar con su módem. Debido a una desafortunada serie de circunstancias lo que el cree que es un «juego» de guerra titulado Destrucción termonuclear global acaba convirtiéndose en un escenario aterrador en el que el ordenador toma el control de los silos nucleares del MundoReal™ – de donde se habían eliminado a los «inútiles humanos» debido a que podían pensar y cuestionar las órdenes que recibían de sus superiores. (¿Cómo lo hizo? Puedes aprenderlo leyendo sobre War dialing, aunque hoy en día es una técnica en desuso aunque el concepto se emplea en muchos otros hackeos.)

Tras ver la película Ronald Reagan planteó en una reunión si algo así podría suceder y si alguien podría entrar en los ordenadores supersecretos de Defensa. En aquella época Internet/Arpanet era una red meramente incipiente y no era común que los particulares pudieran comunicarse a través de módem; menos todavía «hackear» equipos a distancia. Pero las respuestas que recibió fueron… «preocupantes», tanto porque había habido situaciones anecdóticas al respecto como porque la NSA espiaba a soviéticos y chinos precisamente colándose en sus ordenadores. La respuesta de la NSA a la fatídica fue sencillamente: «La situación es mucho peor de lo que se pueda imaginar». Pero que no cunda el pánico, ¿eh? Bueno… O que cunda.

El problema básico no es tanto la seguridad particular de una red, un ordenador o un laboratorio, que no pueden ser cien por cien seguros a menos que estén totalmente desconectados. Es más bien el eslabón más débil. En el caso de la película y tantos otros, módems, terminales y equipos que se supone no deben estar conectados al exterior pero que los técnicos, expertos y todo tipo de personal deja «abierto» con una puerta trasera para tareas tan mundanas como «entrar desde casa para trabajar, hacer una consulta o arreglar cualquier problemilla». Hoy en día existe esa misma situación a través de la red global, los móviles, la nube, etcétera.

Aunque Reagan fuera un presidente zumbao cuyas actividades incluían dejarse aconsejar por los astrólogos para planificar sus eventos importantes (pssseee… otros recurren a series imaginarios y mitológicos) podemos atribuirle al menos el mérito de haber sido el primero en levantar la liebre y alertar en los círculos del poder sobre la importancia de los hackers, crackers y las comunicaciones seguras. Hechos que, como se dice en el artículo, derivaron en diversas guerras de poder entre la NSA, el Congreso y la ciudadanía; cuestiones sobre la privacidad y la seguridad que todavía perduran hoy día.

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