Por @Alvy — 13 de enero de 2011

Foto: Apple Bonanza (CC) Mads Bødker @ Flickr

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Imagina el mundo dentro de 40 ó 50 años. Seguro que la tecnología será increíble y a Internet no la reconocerá ni Vinton Cerf que la parió. Pero habrá una situación radicalmente distinta a la actual: los que ahora llamamos nativos digitales y dominan los ordenadores y su mundo, serán los abueletes de entonces. ¿Cómo cambiará nuestra percepción del mundo entonces?

Los abuelitos de hoy en día, en incluso nuestras queridas madres, son por desgracia iconos del analfabetismo digital. Como en sus tiempos no había ordenadores, ese tren les pilló demasiado lejos. Saben que sus hijos y nietos los usan como algo vital, e incluso con gran esfuerzo pueden manejarse para enviar algún mensaje, navegar un poco o jugar al solitario. Pero aparte de eso, todo lo demás es un reto terrible para ellos: les resulta casi imposible comprender el porqué de las redes sociales; problemas como el spam o los virus les superan y el mantenimiento técnico de cualquier equipo es algo de lo que prefieren encargar a los nietos.

Dentro de 40 ó 50 años, esos abuelos serán los niños digitales de hoy en día: aquellos que han crecido rodeados de gadgets, cámaras digitales e Internet. A los que se les hacen extraños conceptos como las películas mudas, en blanco y negro, en cinta de vídeo o que alguna vez existiera un mundo sin teléfonos móviles. Aquellos que hoy en día pasan horas conectados con sus amigos en redes sociales, intercambiando fotos, chismorreos y grabando en vídeo sus viajes y quehaceres cotidianos. Quienes hoy campan por Tuenti dominarán el mundo del mañana.

La situación podría ser extrañamente parecida a la actual: un montón de abuelitos del 2050 sentados en una residencia, cada uno con su gadget de conexión, quejándose de que sus hijos y nietos no se conectan lo suficiente a la red para compartir con ellos sus experiencias, dándoles toques en el Facebook2100.social, o quejosos de que no reciben vídeos en 3-D. O podría ser perversamente a la inversa: ancianitos quejándose de que sus familiares les visitan demasiado y de que les quitan tiempo para estar con sus otros entretenimientos y los amigos digitales que tienen repartidos por todo el planeta, que todo podría ser.

Imaginemos a las abuelas del futuro. En la actualidad los roles de las familias en cuanto a los recuerdos incluyen que las mujeres se encargan del «archivo familiar de recuerdos» mientras que los hombres se encargan de las innovaciones tecnológicas. Es por eso que ellas imprimen y guardan meticulosamente las fotos en álbumes perfectamente clasificados mientras ellos consiguen nuevas y mejores cámaras digitales. Las abuelas del 2050 tendrán en algún tipo de chip o nube donde estarán guardadas las fotos, vídeos y diarios, blogs o como-se-llamen-entonces, de toda la familia, generaciones enteras. Tal vez desde su casa de retiro se entretengan completando el árbol familiar digital. Quizá la rivalidad con sus ancianos amigos consista en ver quién acumula más terabytes de recuerdos o qué familia tiene más puntos de popularidad, contactos y contenidos en la SuperRed Global.

Ir a charlar con el abuelo no tendrá nada que ver con lo que hacemos hoy en día. En la actualidad cualquier niño de cuatro años tiene más fotos de su primer año de vida de las que se hizo su abuelo a lo largo de toda su vida. Las «batallitas» no se recordarán de memoria: habrá registros escritos en diarios, libros, documentos públicos y vídeos de todo lo que dos o tres generaciones dijeron, pensaron e hicieron. Las mejores anécdotas puede que sean no las más graciosas, sino las que tengan suficiente material memorable en alta definición como para montar un Powerpoint v24.0 en condiciones.

Puede que no exista una cura para el Alzheimer tampoco en 2050. Pero quienes lo padecen y sus familiares podrán probablemente recuperar un registro completo de todo lo que esa persona hizo, dijo o pensó en su vida porque sus recuerdos estarán disponible en otro formato más allá de su cerebro. Quizá ni siquiera se necesite hacer un esfuerzo por recordar cosas: un buscador podrá hacerlo de forma mucho más eficiente.

Y si la comunicación sigue el ritmo de ser tan ubicua, instantánea y global como es ahora, puede que el tradicional alejamiento entre nietos, hijos y padres deje de ser tal: tal vez todos acabemos conectados en tiempo real, podamos «vernos» a diario, aunque sea por telepresencia, y pasar una vida de ancianitos perfectamente integrada con el resto de la sociedad, aunque sea desde nuestra casa.

Y, ¿lo mejor de todo? Que tal vez la generación actual sea la primera en ver todo esto. Vayan grabando, por favor.

{ Foto: Apple Bonanza (CC) Mads Bødker @ Flickr }

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