Por @Alvy — 12 de enero de 2025

ENAIRE, centro de control (torre)

Este artículo se publicó originalmente en Tecvolución, el blog de Volvo en el que colaboramos desde hace una década, dedicado a las tendencias tecnológicas aplicadas al futuro de los coches, la sostenibilidad, la innovación y el ocio digital.

En el Centro de control de tráfico aéreo de Madrid, junto a las máquinas de última generación, había hace tiempo unas piezas de plástico con números y un curioso montaje con una webcam que apuntaba al panel. ¿Para qué servían?

Aunque los controladores pueden usar un ordenador o tableta para anotar los aviones en vuelo, en muchos lugares todavía se emplean habitualmente las fichas de progreso de vuelo (strips) como complemento más rudimentario pero eficaz. Y ese montaje de baja tecnología con una webcam apuntando al tablero en el que se acumulan esas fichas permite leer la información desde cualquier ordenador. Una situación un tanto extraña pero necesaria en caso de emergencia, por ejemplo, ante un fallo informático general.

Y es que en la relación entre humanos y máquinas la confianza es cada vez más fundamental, a todos los niveles. Debemos confiar en los ordenadores para guiar nuestros aviones, para que nos apliquen las dosis adecuadas de radiación en un tratamiento médico o para que piloten de forma autónoma un coche. Pero del mismo modo que nadie confiaría ciegamente en dejar vidas humanas o hacer totalmente responsables a unos algoritmos de una tarea absolutamente crítica —en un entorno en el que puede haber «sorpresas» por causas inesperadas— tampoco podemos «estar encima» continuamente el cien por cien del tiempo, pues la confianza perdida significaría simplemente que esa automatización no es la correcta.

En resumen: confiar demasiado puede ser peligroso o inseguro; confiar demasiado poco puede dar lugar a ineficiencias.

Como en el caso del centro de tráfico aéreo, en los centros de coordinación de emergencias es normal que las tecnologías más modernas a nivel de software y comunicaciones no sean de la total confianza de los operadores más expertos, que prefieren mantener líneas de seguridad tradicionales (telefonía fija, radio y otros sistemas antiguos). Lo mismo sucede con los médicos, que desconfían de la información que proporcionan los dispositivos personales de salud (contadores de ejercicio, medidores del ritmo cardíaco o del sueño) y prefieren encargar sus propias pruebas.

En el terreno de los coches autónomos hace tiempo que se está produciendo la misma «batalla»: del mismo modo que muchos desconfiaban a principios del siglo XX de los coches mecánicos sin caballos, en la transición hacia la conducción semiautónoma o totalmente autónoma muchos no confiarán en que el coche pueda «conducir solo», aunque muchas veces lo haga incluso mejor, más eficientemente y con mayor seguridad que una persona.

_____
Foto: ENAIRE.

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear Publicar
PUBLICIDAD


Por @Wicho — 7 de enero de 2025

Nick de Projects in Flight se autodefine como un nerd, un empollón. Como tal tiene intereses quizás un tanto peculiares. Uno de ellos es la microscopía, lo que le ha llevado a conseguir que le dieran un microscopio electrónico de barrido estropeado… ¡Y a conseguir ponerlo en marcha en su casa!

Esta historia comienza cuando le compraron su primer microscopio mientras estaba en primaria. Luego, ya en en instituto, ahorró para comprarse uno mejor, que aún usa. Y ya en la universidad consiguió un trabajo de becario durante un tiempo en un laboratorio en el que utilizaban un microscopio electrónico de barrido, SEM por sus siglas en inglés.

Un microscopio electrónico de barrido consigue ver detalles que un microscopio de luz visible simplemente se incapaz de ver porque, explicado un poco grosso modo, la luz no interactúa con objetos tan pequeños. Para ello usa electrones, que tienen una longitud de onda mucho menor, y en el caso de un SEM, lo que hace es ir desplazando el haz de electrones línea a línea por el objeto a observar. Un poco al estilo de las viejas televisiones de tubo en las que un haz de electrones iba pintando las imágenes, aunque en este caso el microscopio es capaz de leer los que vuelven rebotados del objeto en estudio y de construir con ellos una imagen visible.

Son cacharros que cuestan cientos de miles de euros. Pero Nick se dio cuenta de que según va avanzando la tecnología iban apareciendo en el mercado microscopios ya en desuso porque habían sido sustituidos por otros más modernos. Así que se puso a buscar uno que pudiera permitirse y que le cupiera en casa. O más bien en el garaje, supongo.

Y después de unos diez años de búsqueda dio con un JEOL JSM-5200 que tenía las ventajas de pesar unos 360 kilos y tener el tamaño de una mesa, lo que son un peso y un tamaño pequeños para un cacharro de estos. Lo malo es que no funcionaba. Así que Nick le dijo a los dueños que no le interesaba. Pero que si al final no conseguían que nadie lo comprara y decidían deshacerse de él que lo llamaran.

Lo que sucedió unos seis meses después.

Así que de repente Nick se encontró con un JEOL JSM-5200 junto con un montón de manuales y esquemas en su casa. Armado con eso y después de leer un montón sobre cómo funcionan estos cacharros y después de encontrar en línea a otras dos personas que estaban intentando poner en marcha sendos JSM-5200 comenzó la tarea de intentar devolverlo a la vida.

Lo primero que encontró fue un fusible fundido… Sólo que por supuesto la cosa no fue tan sencilla como cambiarlo. Nick tuvo que aplicar sus habilidades a la parte eléctrica del microscopio, a las bombas de vacío que necesita para funcionar, e incluso con un refrigerador que es necesario para que las bombas funcionen correctamente.

Pero con paciencia y perseverancia al final ha conseguido que el microscopio vuelva a funcionar. Y aunque aún le quedan algunos detalles que repasar con la electrónica del cacharro para mejorar un poco la calidad de la imagen no deja de ser todo un logro que haya llegado hasta ahí.

(Gracias, Gali).

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear Publicar
PUBLICIDAD


Por @Alvy — 6 de enero de 2025

Es un trabajo muy vertical, pero alguien tiene que hacerlo. En el vídeo, grabado por Aaron Cox desde un dron, puede verse a dos especialistas en antenas que además saben cómo hacer «trabajos verticales» escalando la Super Torre de Saint Louis (Missouri, EE.UU.) como parte de sus tareas de mantenimiento: comprobar que todos los tornillos y tuercas están bien apretados, que no hay desperfectos, cables sueltos, etcétera.

Esta gigantesca torre, que pesa 13.600 kg y está ubicada curiosamente en un cementerio, tiene una potencia de unos 250 KW. Construida en los años 80, la extensión o «antena-sobre-la-antena» de la parte final centraliza la transmisión de diez señales de FM, lo cual –según explican los ingenieros de Geerling Engineering que comentan el vídeo– es más práctico que usar torres pequeñas.

Inspeccionar una torre de este modo requiere dos cosas: saber de antenas y saber escalar con seguridad total… Además de fuerza para subir los 22 kg que pesa el equipo. Como puede verse en todo momento emplean un anclaje de seguridad triple, aunque hay posturas, como cuando uno de ellos está plácidamente colgado del anclaje en diagonal, que no son aptas para la gente con vértigo. Naturalmente, han de saber cómo funcionan las antenas y cómo repararlas, porque muchos trabajos con piezas pequeñas, ocultas o el gas presurizado sólo pueden hacer los humanos. Si no, enviarían un dron y listo, algo que se hace para otras labores en otras torres.

La torre se mantiene apagada en todo momento mientras los escaladores la están inspeccionando. Cuentan como anécdota que antiguamente no se hacía así, porque las normas de seguridad eran más laxas, pero es difícil saber lo que podría suceder en ese caso; probablemente zurriagazos eléctricos y quemaduras. Dicen que una forma de comprobar los circuitos eléctricos antiguamente era subirse con un tubo fluorescente en la mano: sin necesidad de conectarlo, el tubo se ilumina en presencia de campos electromagnéticos muy fuertes por inducción, algo que también se observa en algunas centrales eléctricas.

Además de este curioso vídeo si te interesa saber cómo funcionan las antenas AM/FM esta otra visita guiada a una emisora detalla todo el equipamiento que se usa, visita a las antenas incluidas.

Relacionado:

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear Publicar
PUBLICIDAD


Por @Alvy — 21 de diciembre de 2024

Unos investigadores de la Universidad de San Diego, Berkeley, MIT y NVIDIA han desarrollado conjuntamente ExBody2, una plataforma para robots humanoides que busca replicar los movimientos del cuerpo humano con alta fidelidad. El vídeo es real, no 3D con truqui, y muestra a este androide en divesas situaciones: caminando, corriendo, bailando, agachándose… Si no fuera por el Danubio Azul que suena de fondo daría más miedo.

El robot ha aprendido todo esto mediante simulaciones y aprendizaje por refuerzo. Luego se adapta al MundoReal™ convirtiendo en acciones motoras lo que ha aprendido en un mundo de física imaginaria, vectores y matemáticas. Para la imitación se utiliza un sistema de reconocimiento visual de seguimiento de puntos claves (como los que se usan en cine) y luego se ajusta la velocidad de modo que la estabilidad esté garantizada.

La idea es utilizar ese método de aprendizaje para enlazar unos movimientos con otros de forma elegante y segura, de modo que el comportamiento de la máquina sea más fluido. Y parece que lo están logrando, consiguiendo una expresividad por encima de lo habitual.

Hay más detalles en ExBody2: Advanced Expressive Humanoid Whole-Body Control, un artículo no revisado por pares disponible en ArXiv. Además de eso, en la página del proyecto en Github: ExBody2 hay muchos más vídeos del ExBody2 en acción.

Relacionado:

Compartir en Flipboard Publicar / Tuitear Publicar
PUBLICIDAD