Por @Wicho — 6 de marzo de 2008

Aunque lo normal es asociar el avión a su elemento natural, que es el aire, lo cierto es que al cabo del año terminan rodando un montón de kilómetros mientras carretean por los aeropuertos y en las carreras de despegue y aterrizaje.

Se calcula que la media puede estar en unos 8.000 kilómetros al año, aunque esto, por supuesto, depende mucho de si hablamos de un avión que hace rutas cortas o uno que haga rutas más largas, ya que el primero realiza más tomas y despegues al cabo del día.

En cualquier caso, a pesar de que no parecen muchos kilómetros, en especial si los comparamos con los que puede hacer cualquier coche al cabo de un año, el desgaste que sufren las ruedas de los aviones, en especial al aterrizar, cuando después de estar expuestas durante unos minutos u horas a temperaturas bajo cero pasan de 0 a 280 km/h y a 260 grados celsius en una décima de segundo, es enorme, por lo que han de ser reemplazadas con cierta frecuencia, mucho antes de cumplir esos 8.000 kilómetros.

Este cambio, además, ha de ser realizado con rapidez, ya que un avión parado en tierra no gana dinero, pero lo curioso del caso es que, tal y como se puede ver en el vídeo Jumbo Jet Tire-Change - How do they do it? [YouTube, 6:04] el procedimiento se puede llevar a cabo en menos de 30 minutos en un Boeing 747 por parte de dos técnicos y se parece enormemente al de cambiar la rueda a un coche:

Lógicamente, en el caso del 747 todo es más grande, pero como con un coche la cosa se reduce básicamente a levantar la rueda a cambiar, para lo que se usa un gato que con la presión de la propia rueda a reemplazar la sube, aflojar tuercas y tornillos, retirar la rueda vieja, colocar la nueva, y apretar todo de nuevo, aunque eso sí, asegurándose de que todo se realiza dentro de las tolerancias fijadas por el fabricante.

Un dato curioso es que las ruedas no se llenan con aire, que podría tener restos de agua que se podrían congelar con el frío reinante a la altura de crucero de los aviones, sino con nitrógeno, que aparte de ser un gas inerte y no inflamable se expande y contrae al mismo ritmo que los gases que forman la atmósfera, por lo que la rueda no se ve sometida a ningún esfuerzo más del necesario a causa de la diferencia de presión entre su interior y el de la atmósfera que la rodea.

(Vía TechEBlog, gracias Chiqui.)

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