Un RFID es un pequeño chip que permite identificar, remotamente mediante una señal de radio, el objeto en el que está colocado. Al contrario de lo que sucede con los códigos de barras, con un RFID se puede acceder a la información contenida en un chip sin necesidad de acceder visual o físicamente a éste.
La identificación se realiza por estimulación, de modo que el chip emite por radio la información que contiene cuando recibe una petición por radiofrecuencia emitida desde un lector de chips de este tipo.
Algunos ejemplos son las etiquetas antirrobo, de tipo pegatina, que se ponen en la ropa de la tiendas (o en libros o cualquier otro tipo de artículo), los pases en forma de tarjeta para autopistas o transporte público, forfaits en estaciones de ski o los famosos «chips de identificación», del tamaño de un grano de arroz, que llevan los animales domésticos implantados bajo la piel.
Principalmente hay dos tipos de chips RFID:
- Activos, que disponen de una fuente de alimentación que pueden emitir la señal con mayor potencia y por tanto con mayor alcance. Además los chips activos pueden disponer de circuitos electrónicos más complejos, que permiten por ejemplo cifrar la información enviada o incluir datos procedentes de sistemas anexos, como sensores de temperatura o presión.
- Pasivos, que no disponen de fuente de alimentación propia. En éstos el circuito se activa por inducción al recibir la señal de radio enviada por el lector. Es el tipo habitual de las mencionadas etiquetas antirrobo. La mayor parte de la etiqueta RFID la ocupa la antena, que es ese fino hilo colocado alrededor del chip. La antena tiene la doble función de captar la energía que lo hace funcionar, y a la vez emitir la señal de radio con la información.
Por su característica de ser accesibles remotamente por radio, la seguridad es uno de sus puntos débiles, ya que de los chips RFID se puede extraer información incluso a una distancia considerable si el lector tiene la potencia suficiente. De hecho, los chips RFID incorporados en bienes adquiridos siguen funcionando durante el resto de su vida útil, por lo que siempre es recomendable eliminarlos de productos adquiridos susceptibles de llevarlos, tales como ropa, libros, discos, etc.
Para evitar problemas de seguridad personal o privacidad, los chips RFID, especialmente lo más simples, suele utilizarse únicamente para identificación y no como repositorio de información.
Por ejemplo, en el caso de los animales domésticos el chip que llevan implantado subcutáneamente no dispone de información sobre el perro ni sobre su dueño. Al leer el RFID éste únicamente devuelve un número de identificación de 15 cifras que debe ser introducido en una base de datos convencional, de acceso restringido, que es la que contiene la información sensible correspondiente a cada número de identificación.
Además de los usos actuales ya comentados, los chips RFID pueden utilizarse para identificar,
- Productos del supermercado, de modo que no sea necesario sacarlos del carro al pasar por caja.
- Especies protegidas o extinción, especialmente aquellas susceptibles del tráfico ilegal.
- Material quirúrgico para evitar que quede dentro del paciente.
- Elementos mecánicos o neumáticos, para conocer su estado y el de su entorno.
- Guiado de personas invidentes.
- Puntos de acceso físicos para personas o animales.
- Lugares o puntos de interés turísticos.
- Logística y almacenaje, para conocer la disponibilidad de stock.
- Señales de tráfico emiten su presencia y la indicación o el aviso.
Y en general cualquier otra situación en la que la presencia de un objeto concreto pueda convertirse o traducirse en una señal de aviso o en una acción.
{Foto: iStockphoto / RA photography}