Imagen del National Air and Space Museum.
Los satélites-globo del proyecto Echo comenzaron a desarrollarse a mediados de la década de los años 50 del siglo pasado. Medían más 30 metros de diámetro (la altura de un edificio de 10 plantas) y estaban fabricados con una fibra plástica llamada Mylar impregnada con una fina capa de aluminio de apenas 0.01778 milímetros. Aunque comenzaron su existencia como globos sonda para el estudio de las capas altas de la atmósfera también fueron lanzados al espacio para comprobar su funcionamiento como satélites pasivos de telecomunicaciones –por lo que empezaron a conocerse como “satelloon” (de “satellite” y “balloon”) y satélites inflables.
“Satélites pasivos de telecomunicaciones” significaba que el objeto en órbita únicamente se limitaba a reflejar las señales de radio sobre la superficie reflectante. Era un concepto simple que no requería grandes inversiones en tecnología. Sin embargo en poco tiempo quedó demostrada la superioridad de los satélites “activos” que recogían la señal, la amplificaba y la volvían a enviar a la tierra y que son ascendientes directos de los que se utilizan actualmente.
Se lanzaron dos satélite-globo al espacio, el Echo I y Echo II (hubo un Echo I anterior que se destruyó durante el lanzamiento). Ambos permanecieron en órbita unos pocos años, desde 1964 que se lanzaron hasta 1968 y 1969, respectivamente. Uno de los aspectos más complejos de la puesta órbita era el hinchado de los globos, ya que para lanzarlos debían ir plegados en una cápsula con una pequeña carga explosiva que ya en órbita liberaba el globo del interior.
(Vía Notcot.org.)