Por @Alvy — 28 de enero de 2011

Photographer at 6 (CC) por Lindsaky LaChance

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Hacer un repaso del uso de las tecnologías entre las diferentes generaciones resulta siempre interesante. Las diferencias son tantas y en ocasiones tan abismales que podría decirse que abuelos, padres e hijos viven en universos completamente distintos. Teniendo en cuenta las tecnologías que nos rodean hoy en día, ¿cómo será dentro de algunos años la vida digital de los niños de hoy en día? Al respecto probablemente hay más preguntas que respuestas.

Los que pertenecemos a la Generación X, Y, «de los 70» o «de los 80» o hemos entrado y ya hemos sobrepasado o superado los 30-40 tacos somos tal vez unos privilegiados que hemos podido disfrutar de unos avances impresionantes que ni siquiera soñaron nuestros padres y abuelos: hemos vivido la llegada de la electrónica de consumo, de los teléfonos móviles, los videojuegos y, sobre todo, de Internet. Muchos hemos convertido todo ello en nuestro trabajo y probablemente llevaríamos mal sobrevivir más de unas cuantas semanas sin conexión, comunicaciones y gadgets.

Hoy en día, muchos padres encuentran difícil decidir a qué edad sumergir a los niños en las «nuevas tecnologías» (¿nuevas? hasta el propio término está ya un tanto pasado de moda). Al igual que hace años la gran cuestión era cuándo dejar salir solos a los niños a la calle, a dormir a casa de un amiguito o de acampada con los colegas, hoy en día hay cuestiones tales como… ¿Cuándo comenzar a dejarles usar el ordenador? ¿A partir de qué edad se les puede dejar solos navegando por Internet? ¿Con cuántos años se les puede regalar su primer teléfono móvil?

En España, por ejemplo, hoy en día hay ya niños con entre 8 y 10 años que tienen su primer teléfono móvil, sobre todo en las grandes ciudades. No es extraño en un país en el que hay más terminales que personas. En Corea del Sur, un país tecnológicamente más avanzado en muchos aspectos la situación es mucho más extrema: los niños a partir de 4 ó 5 años van a todas partes con su pequeño teléfono móvil. ¿La razón? Allí existen varios modelos especiales para niños, que incorporan videollamada, y que se pueden manejar con un par de botones. Debido a cómo funciona el sistema educativo, incluso los niños más pequeños pasan muchas horas fuera de casa. Y las conexiones móviles del estilo de nuestra 3G son muy baratas y de buena calidad. De modo que una buena solución para los padres es estar en contacto con sus peques a través de videoconferencia a lo largo del día.

Casi todo el mundo coincide en que cuanto antes comiencen a familiarizarse los niños con los ordenadores y los diversos dispositivos, mucho mejor. Las clases de informática son habituales en las aulas, principalmente con juegos que permiten familiarizarse a los más pequeños con el ratón, las letras y números. Mi teoría favorita es la que dice que todo ese aprendizaje básico debe hacerse de una forma sencilla y natural, como la de cualquier aparato o electrodoméstico de la casa, sin darle una mayor importancia sino integrándola dentro de otras actividades de forma sutil y casi imperceptible. Al fin y al cabo, no van a tener cursos en clase de «mandos a distancia» ni de «videojuegos», y cualquier renacuajo los maneja con soltura. (De cómo usan los iPhones y iPads ya ni hablemos: los niños de incluso dos y tres años mágicamente absorben su funcionamiento en cuestión de segundos, para asombro de los padres.)

A veces el problema es a la inversa: ¿cuánto tiempo como máximo debería pasar un pequeñajo delante del ordenador? Para muchos de ellos los ordenadores personales, por no hablar los videojuegos, son tan adictivos que les resulta difícil dejarlos y les quita tiempo de otras actividades. ¿Es bueno ofrecerles el ordenador o los videojuegos sólo como premio? ¿O quitárselos como castigo?

Los retos que nos marcan a veces las tecnologías actuales y futuras a veces toman giros inesperados. El primer «enfrentamiento generacional» de la Web 2.0 ya se ha vivido en las redes sociales: ¿Es conveniente que un niño incluya como «amigo» a sus padres o familiares en Facebook? ¿Es buena idea seguir en Twitter todos los movimientos del día a día de una adolescente? ¿Suscribirse a las fotos del Tumblr para ver las fotos de los fiestorros del hijo que está de viaje en el extranjero? Del mismo modo que cada persona tiene derecho a su «espacio» y su intimidad, los niños no son una excepción, aunque con matices. Probablemente el diálogo previo a esas situaciones evite muchos malentendidos, aunque muchos padres se pregunten a día de hoy qué tendrán que hacer cuando sus retoños lleguen a la edad del pavo.

La situación más extrema tal vez se produzca en los próximos años con servicios como la geolocalización. Ya existen dispositivos GPS que se pueden colocar en las mochilas o la ropa de un niño, o con forma de reloj, para que lo lleven siempre encima indicando su posición, así como software que hace lo mismo. No son baratos, es probable que se pierdan o estropeen pero dicen que dejan tranquilos a muchos padres –que pueden ver en el ordenador o en su móvil dónde están en todo momento, e incluso recibir alarmas– ante la posibilidad de que sus pequeños se pierdan o incluso sean secuestrados. ¿Es lícito usarlos sin que los niños sepan de qué se trata? ¿Hasta qué edad? ¿Activarías tú un software de seguimiento y geolocalización en el móvil de una hija quinceañera para saber si realmente va a dormir a casa de una amiga o se escapa al concierto de Justin Bieber? Estos dilemas recaen en los padres, quienes tienen por un lado la responsabilidad de cuidar de sus hijos y velar por su seguridad pero también han de respetarles como personitas con derechos que son.

Si todo esto existe ahora y ya genera un gran número de preguntas de difícil respuesta, qué decir de todo lo que pueda llegar en los próximos años. ¿Vigilancia y supervisión de todo lo que comparten los jóvenes en sus redes sociales? ¿Grabación de toda su «vida digital» para guardarla como recuerdo… o incluso algo más?

Decía mi amiga Esther el otro día que «nuestros abuelos crecieron sin radio, nuestros padres sin televisión y nosotros sin Internet». ¿Sin qué tendrán que vivir los niños de la próxima generación? Cuando seamos abuelos digitales lo sabremos, pero todavía quedan unas cuantas décadas para ello. Será divertido vivirlo.

{ Foto: Photographer at 6 (CC) por Lindsaky LaChance }

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