En su blog, Jessie Frazelle publicó una anotación titulada
La vida de un byte de datos que a modo de cronología relata cómo era almacenar un byte entre los años 1951 y 2009, aunque luego lo amplía un poco hasta la actualidad.
El térmite byte como tal –«grupo de bits para codificar un carácter de texto
– aparece acuñado por Werner Buchholz en 1956, pero ya desde 1951, e incluso antes, se almacenaban letras, números y otros símbolos: desde las tarjetas perforadas de cartón a las manivelas de las máquinas de Babbage. Con el tiempo comenzó a usarse el código ASCII, aunque a veces se usaban en otros sistemas. Los primeros bytes tenían 6 ó 7 bits, porque el almacenamiento era complejo y costoso; en la actualidad en Unicode cada carácter puede tener varios bytes (de 8 o 32 bits).
La vida de los bytes es una historia llena de conceptos que pasan de la memoria en cintas magnéticas, que fueron desde la cinta Vicalloy (cintas de media pulgada, donde se almacenaban unos 7.200 caracteres por segundo) a discos magnéticos de 3,75 MB que se movían a 1.200 revoluciones por minuto con una capacidad de 100.000 bits por segundo.
A finales de los años 60 llegaron los discos flexibles (floppies) de mylar, la ROM «tejida» del Ordenador de Guiado del Apolo y a mediados de los 70 el uso de las cintas magnetofónicas como solución casera para almacenar programas y datos. Son los legendarios datasetes con los que muchos comenzamos en esto de la informática. Uno de los primeros, el de Commodore para el VIC-20 y el C-64 podía almacenar unos 100 KB por cara en cada cinta de 30 minutos.
El artículo concluye con la historia del Laserdisc (R.I.P.) y los discos duros modernos, el CD-ROM, los CD-RW, el popular Zip, el DVD y las memorias Flash, llegando brevemente hasta los tipos de memorias modernas: SCM, NVM, PCM, STT-RAM, ReRAM, HDDs, MAMR y HAMR, entre otras muchas siglas que ya hacen difícil seguir el progreso. Un artículo que conviene leer para tener más claro cómo empezaron las cosas y, hasta dónde siguen llegando.
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