El movimiento del Yo cuantificado (Quantified Self) lleva dando vueltas varios años, desde que Gary Wolf y Kevin Kelly lo popularizaran en la revista Wired en 2007 y en una charla TED un poco después.
A estas alturas nadie dudaría en afirmar que es una de las tendencias más interesantes sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas cotidianas, un pequeño adelanto del ansiado ¡vivo en el futuro!.
El yo cuantificado comenzó siendo un pasatiempo, luego una moda y finalmente un hábito de muchos entusiastas de la tecnología. Actualmente cada vez son más las personas que cuantifican su vida recopilando información sobre sus hábitos cotidianos mediante el uso de gadgets y herramientas específicas, de las que ya se han catalogado más de 500.
Algunos lo hacen por cuestiones de salud, otros para perder peso, otros simplemente por curiosidad. Este concepto ha recibido muchos nombres: Quantified Self, Life-Logging, Digital Footprint, Sousveillance… En castellano no he visto muchas traducciones, aunque Yo cuantificado puede ser lo que más se aproxime.
Detallar todos los aspectos que abarca sería interminable y podría dar para una serie completa de artículos, pero basta echar un vistazo a las posibilidades para entender lo impactante del tema: cuantificar cada una de las actividades que realizamos a lo largo del día, creando una especie de línea temporal que pueda analizarse con herramientas estadísticas e informáticas, según diversas finalidades. Todo esto puede entenderse como una especie de «registro de vida digital» absolutamente completo, en el que el usuario a veces participa de forma activa, muchas veces siendo «registrado» sin que tenga que hacer nada. Estos serían sus componentes básicos:
(A) Por un lado están los sensores y sistemas de recopilación de datos sobre el estado físico de la persona: sistemas de geolocalización, podómetros (cuentapasos), básculas, sensores de temperatura corporal, tensión y ritmo cardíaco, analizadores de glucosa, oxígeno en sangre, azúcar (importante para los diabéticos), masa corporal y grasa, sueño o actividad deportiva. Algunos requieren la introducción manual de datos: hábitos alimenticios, síntomas relacionados con enfermedades, medicación, vacunas o incluso el cambio de pañales de los bebés (¿tienes niños? te interesará Baby Loggers). Otros más avanzados y controvertidos son las pruebas médicas más especializadas, algunas de las cuales se pueden encargar online (hormonas, análisis de sangre, etcétera). Es interesante que hay algunos ligeramente invasivos (como analizar la glucosa, que suele requerir un pinchazo en el dedo) para los que se están inventando sensores que no implican tomar muestras y que funcionan de otras formas.
(B) Además de esto, se puede añadir a nuestro registro de vida datos sobre el entorno: temperatura exterior, humedad, altitud (algunos dispositivos incorporan ya altímetros), contaminación (CO2), presencia de polen en el ambiente, transporte o viajes.
(C) También hay una innumerable lista de sucesos registrables relacionados con nuestro entorno: captura de vídeo y fotografías, registro de llamadas de móvil – incluyendo el audio completo, mensajería, correo electrónico y redes sociales, uso de la televisión y sistemas de entretenimiento, música, juegos… seguimiento del uso de aplicaciones, gastos y finanzas personales, compras, consumo de energía en el hogar, sitios web por los que navegamos… Quien quiera una buena lista puede ver las maravillas que hace Stephen Wolfram con su vida, segundo a segundo a partir de todo lo que ha recopilado a lo largo de décadas: un análisis geek digno de matrícula de honor.
(D) Y por último –y no seré yo quien diga que esto es una gilipollez mayúscula– hay toda una rama del yo cuantificado que busca el lado más psicológico e incluso espiritual y «misterioso» del asunto – si es que acaso algo de lo que proponen es medible realmente o proporciona algún efecto más allá del placebo. Esto incluye tomar notas sobre estados de ánimo, hábitos, felicidad, logros, RescueTime, inspiración, gratitud, espiritualidad, compromiso… Que cada cual añada su ristra de términos más o menos cercanos a la ciencia: si puede cuantificarse, se hace un clic o se anota un número; si no, pues también.
Un día cuantificado cualquiera
Un día cuantificado cualquiera comienza con el canto del gallo, pero con la diferencia de que durante la noche un dispositivo ha registrado las horas de sueño profundo y reparador frente a las imperceptibles interrupciones al «dar vueltas en la cama» sin descansar realmente (aunque la persona no se haya despertado del todo).
Después puede continuar con algunas de las mediciones básicas: peso (tal vez a través de una báscula Wi-Fi), tensión arterial, glucosa, etcétera, cada cual según sus necesidades o gustos. Tras colocarse un dispositivo como el FitBit o la pulsera Nike Fuel Band, todos los movimientos del día quedarán registrados: cantidad de pasos dados, kilómetros recorridos, calorías quemadas, escaleras subidas… Los más interesados por la actividad física y deportiva pueden incluso acompañar esto de trayectos en mapas o datos adicionales procedentes de una bicicleta o un reloj-tensiómetro que mide a cada instante el funcionamiento del corazón, por ejemplo.
Cada alimento que se ingiere pasa a una base de datos: agua, desayuno, comida, merienda… La mayor parte de los servicios de registro cuantificado proporcionan listas enormes de alimentos ya predefinidos, junto con toda su información conocida: calorías, grasa, sodio, calcio y resto de componentes. (Todavía es un poco manual el proceso de registro, pero todo se andará.) Quienes están en tratamiento médico pueden también introducir las dosis ingeridas de cada medicina según la tomen. En general todo esto se puede hacer desde el móvil inteligente y luego sincronizarlo con el ordenador principal o el servicio web.
En el trabajo diario, la mayor parte de los servicios guardan un registro completo de la actividad: programas de correo, agendas de reuniones, centralitas de teléfono… ¿Quién no querría tener acceso a ese super-registro y recordar cada conversación mantenida, cada matiz de una conversación, cada mensaje recibido? El móvil es un gran aliado de la cuantificación: reúne varias de las funciones: puede servir tanto de sistema de geolocalización como para introducir datos a cada instante: gastos, alimentos, «estados de ánimo» y demás. Todas las compras pueden quedar así registradas sin demasiado esfuerzo: los datos ya se analizarán después.
A lo largo del día, cualquier foto o vídeo que se tome queda marcada con un timestamp o «marca de tiempo»; algunos programas incluso pueden reconocer a posteriori las caras de la gente que en ellas aparecen, añadiendo más información todavía al registro: a quienes hemos visto a lo largo del día. En pruebas recientes, los investigadores han comprobado que a los abuelitos les viene muy bien refrescar su memoria al final del día repasando todo lo que han hecho y a quién han visto, para lo cual basta una simple secuencia de fotos de baja resolución.
Por la noche, basta acercarse al ordenador para transmitir de forma inalámbrica toda la información almacenada al dispositivo base de recarga o a la nube: datos vitales, contenidos generados en forma de fotos o vídeos, compras… Son 24 horas más de datos acumulados, 24 horas más de vida transformada en bits. De ahí a la cama, no sin antes enchufarse al dispositivo de registro de sueño. Zzzzzz…
Un futuro lleno de posibilidades
Como puede verse, el terreno de juego del yo cuantificado es muy amplio: nuevo hardware, dispositivos miniaturizados, integración de componentes ya existentes, software, métodos de análisis, servicios a medida… Las posibilidades a nivel de marketing y personalización son lógicamente inmensas, pero hablar de eso es casi tabú todavía: probablemente nadie querría que le ofrecieran en un banner un pack de condones tras haber detectado en su registro que ha tenido una frenética actividad sexual durante el fin de semana.
El aspecto que a mi más me apasiona del yo digital es que en cierto modo va más allá de lo puramente superfluo: somos nosotros mismos cuantificados como números, o al menos una aproximación bastante buena. Las posibilidades médicas de tales registros son inmensas, y algunos servicios y productos como Microsoft HealthVault permiten importar datos de diversos aparatos, e incluso información sobre tratamientos médicos. (Curiosamente Google Health, algo similar, «murió»). Pero, sobre todo, lo interesante es lo que personalmente nos puede aportar el yo cuantificado a cada uno de nosotros: autoconocimiento, saber cómo funciona nuestro cuerpo como «máquina» y las posibilidades de hackearlo de forma natural – aunque sea para algo tan básico como estar en forma quemando más calorías de las que ingerimos.
Quienes estén interesados en todos estos temas del encontrarán amplia información en estos artículos, algunos de ellos muy completos:
- Counting every moment en The Economist
- The Measured Man, el trabajo de Larry Smarr
- Tic-Toc-Trac: New Watch Gadget Measures Time Perception For The Self-Quantifying, sobre un curioso reloj que mide el tiempo subjetivo que experimentamos
También pueden seguir el blog de QuantifiedSelf.com, donde se van publicando periódicamente anotaciones sobre el tema.