Este artículo se publicó originalmente en Ciencia, el suplemento de El Correo donde colaboramos habitualmente.
Hace unas semanas Mikel Agirregabiria, @agirreagabiria, físico y educador, responsable de Innovación Educativa de Vizcaya en el Gobierno vasco y bloguero de pro desde hace años, se encontró con que Google había bloqueado el acceso a su cuenta de correo electrónico de Gmail.
Dado el grado de integración entre los distintos servicios que ofrece Google, eso no sólo supuso que se quedara sin poder leer o contestar su correo, sino que también se encontró con que de repente su blog, con más de 7.000 entradas publicadas a lo largo de más de diez años, y su canal de YouTube también habían desaparecido, tal y como cuenta en El inmenso e inhumano poder de Google.
Independientemente de que Mikel tuviera o no copia de sus contenidos, esto es, salvando todas las distancias, como que un día la Policía aparezca en tu casa sin avisar, te eche de ella y de paso te corte el teléfono móvil.
Afortunadamente, algo más de una semana después, Mikel recuperaba el acceso a su cuenta de Gmail y con ello al resto de los servicios. Pero todavía no sabe ni el porqué de la suspensión ni el porqué esta fue levantada, lo que es casi lo más preocupante del caso, pues durante todo el proceso Google no dio señales de vida a pesar de que Mikel intentó ponerse en contacto con ellos por varias vías.
Además su caso no es único, ni tampoco pasan estas cosas solo con Google.
Es famoso el caso de Mirco Wilhelm, que un día se encontró con que habían borrado su cuenta de Flickr por error después de que él hubiera denunciado a otro usuario que subía contenidos de los que no era autor.
Ooooops! (imagen vía User Experience Arts)
En aquel momento, además, Flickr no disponía de una función que permitiera dar marcha atrás al borrado de una cuenta, por lo que, aunque Mirco tenía copia de todas sus fotos, todos los comentarios y aportaciones de otros usuarios se habrían perdido.
El caso de Mirco también acabó bien porque Flickr lo usó como conejillo de indias precisamente para probar la función de deshacer borrados de cuentas, pero estas dos historia, y muchas otras similares, deberían hacernos reflexionar sobre a qué nos exponemos cuando decidimos usar servicios en Internet.
Cuando las cosas van bien, no suele haber problema, pero hablar con una gran corporación cuando dejan de ir bien no es nada fácil, y menos si quien toma las decisiones es un programa.