Por Masyebra — 30 de noviembre de 2008
Lejos de la unilateralidad de ciertas campañas a los que estamos acostumbrados en estas fechas, me sorprende enormemente el equilibrio y pragmatismo de Álvaro a la hora de retratar el contexto de las historias que vive, cuenta y muestra. Ese pragmatismo no le quita un ápice de fuerza a su trabajo - más bien lo hace más real y convincente.
Soy un experto en hacer daño a la gente que quiero, pero creo que con una cámara puedo dejar algo aquí, que quede una memoria colectiva no de política, sino de humanidad que es el único lenguaje universal.
- Álvaro Ybarra Zavala (2008)
¿Cómo surgen los temas? ¿Los eliges tú, la agencia...?
Es con las revistas directamente. Todo va en función de un tema que quieran tratar en profundidad. Yo no hago lo que se llama Breaking News salvo si es una cosa muy gorda o estás por la zona. Si se espera que una noticia va para largo (un tsunami, un terremoto salvaje, un golpe de estado...) entonces sí te llaman. Todo lo demás son trabajos de 3 ó 4 viajes.
Este último viaje estaba previsto para más adelante, pero hubo movimientos de última hora, me dijeron ¡salta! y fui. En realidad ha sido poco tiempo: mi idea era quedarme hasta navidades o incluso volver en enero o febrero.
¿Llevas una agenda preparada?
No. Tú vas con una idea de lo que es, pero no puedes tener una idea clara desde aquí. Un editor que te plantee una idea desde Redacción, poco ha viajado... Cuando llegas vas descubriendo una realidad, y luego hay muchas realidades dentro de una misma realidad. Si quieres mostrar algo de verdad, creo que tienes que ser capaz de mostrar varios puntos de vista y que la propia gente te vaya mostrando el camino a seguir con la historia. El mayor error es tener una historia en la cabeza: tal foto, tal cosa. Cuanto más virgen llegues a los sitios a la hora de verlo, meterte, vivir con la gente y mamarlo... es la forma en que yo trabajo.
Colombia, Irak, Birmania, Afganistán, el Chad... este tipo de temas tan radicales son cosas con las que te encuentras. Vas, vuelves, es bueno dejar las películas en un cajón y olvidarte un rato. Luego lo miras con otros ojos, más fresco, y eso te ayuda a ver por dónde va el trabajo.
La lista es bastante impresionante: Irak, China, Afganistán, Sri Lanka, Chechenia, Líbano, Sudán, Colombia... ¿con cuál te quedas y en cuál no había la historia que esperabas encontrar?
[Me indica que falta Birmania, Líbano, Burundi, los Grandes Lagos...] La verdad es que nunca me lo he planteado así. Cada sitio te marca. Si llego a un sitio y no me impresiona lo que veo, me voy. Sin más, dejaría de hacer lo que hago. Todas las realidades son tan reales como cualquier otra, cada problema lo es. Y a mí me parece igual de catastrófico la problemática que puedas tener aquí, como la que pueda tener una niña en Afganistán, una mujer en Grozni o un hombre en Bagdad. Jugar a ser Dios, no me atrevo. Toda foto tiene que ser publicada, porque no es una fotografía, es una persona.
Tu trabajo es de denuncia de situaciones límite. ¿Existe una parte positiva en las vidas de esta gente?
El mayor drama de estas situaciones es cómo afecta a la cotidianeidad. Es lo que a mí realmente me interesa fotografiar, incluso en un conflicto armado. Todo el mundo tiene la imagen de Apocalipsis Now, pero ¿qué historia hay detrás de cada uniforme? Precisamente llevo 4 años en un proyecto sobre la cotidianeidad de la sinrazón de la barbarie humana...
¿Y en esa cotidianeidad hay espacio para la felicidad?
¡Sin duda! Pero también al mismo tiempo esa felicidad viene marcada por esa sinrazón.
Has estado en casi todas las partes del mundo. ¿En el fondo somos iguales, o los códigos que subyacen difieren en función de dónde te encuentras?
En las formas somos diferentes, pero en el fondo no. Todos los caminos llevan a lo mismo. Yo es como lo veo. Y sin embargo, todo lo que es diferente en forma lo consideramos enemigo, una amenaza, y nos da miedo abrirnos a esas diferencias que en realidad nos enriquecen. Personalmente soy un loco del ser humano, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero en definitiva es lo que somos.
¿Cómo sabes cuándo tienes que parar? ¿Cuándo no eres bienvenido?
No hay que engañarse: cuando fotografías un grupo armado es porque te han dejado estar con un grupo armado. Con el tiempo se olvidan de que estás. Yo he tenido una experiencia en la que luego, visto desde fuera, te das cuenta de hasta dónde has entrado como puede ser el caso de las FARC, donde entré hasta la cocina. Y te asusta saber hasta dónde has podido entrar.
Luego tienes otro tipo de experiencias: hace poco fotografié una matanza. Me encontré en una situación donde estaba rodeado de soldados congoleses completamente borrachos practicando canibalismo. Sabes que es una situación límite, y quieres irte. Pero también debes cambiar tu equilibrio interior de una manera en la que consideres normal lo que estás viendo. Y si la cosa se pone tensa, debes encontrar el momento en el que seas invisible para irte y no se den cuenta que ya no estás.
Me pasó ahora con un hombre, tras ejecutar a una persona que estaba con uniforme militar - realmente no sabía si se lo habían puesto o no. Él era rebelde y estaba con un cuchillo en la boca, totalmente ensangrentado, borracho, con los ojos idos - en una mano lleva una mano amputada y en la otra lleva un pene amputado. Esa foto la hice... con un 28 [es decir, estaba muy cerca]. No le pides permiso para hacerla, simplemente estás ahí. Ellos sabían que yo estaba, porque yo estaba fotografiándolos. No es la típica situación en la que te gustaría estar, pero si entiendes el lenguaje de cómo moverte en determinados sitios, si no eres un suicida, si no haces tonterías, puedes trabajar.
Hace unas semanas sacaron en Cuarto Milenio un reportaje sobre el Coltán (al calor de la publicación de cierto libro del tema) donde destacaban la importancia estratégica que tiene el chaval que pica piedra en la mina de Coltan, como si el equilibrio mundial dependiera de ese niño. ¿Se intuyen este tipo de situaciones en esos ambientes, su importancia, o no dejan de tomarse como teorías de la conspiración?
[Refiriéndose al autor del libro] Me hace mucha gracia la gente que quiere vender que son los primeros en algo que nunca son los primeros y pretenden beneficiarse a título personal de determinadas situaciones. A nosotros nos pagan únicamente por contar historias, y cuanto más anónimos seamos, mejor. Estamos hablando de seres humanos. Es el único tema en el que me siento categórico.
Las cosas hay que verlas en su contexto. Discrepo mucho de las frases salomónicas de ciertas ONG y organismos internacionales en temas como el Coltan: chavales trabajando, los niños soldados... ¡cómo se nota que no has estado allí! Si eres el noveno hermano de una familia en la mitad de la selva colombiana en la que tu padre te abandona, tienes prácticamente que matar con tus hermanos para comer - eso te da una probabilidad de sobrevivir. La Ley Humana exige sobrevivir, así que no critiques una situación si no aportas una solución real.
Y exactamente igual con los niños mineros del Coltán. Efectivamente, un niño no tiene que estar trabajando en una mina, un niño no tiene que poder coger un arma - ¡nungún ser humano debería coger un arma, odio las armas!. Ellos lo único que piensan es que quiero vivir mañana, quiero comer. No piensan en la muerte porque allí es una constante. Aquí creemos que tenemos el derecho a vivir eternamente, pero allí no. Son realidades muy diferentes que a la hora de aproximarte a ellas debes de saber que por mucho que te acerques, no eres parte de ella y nunca la vas a llegar a entender. Opinar sobre ese tipo de realidades sin realmente poder entenderlas... Yo no me levanto cada mañana pensado ¿quién nos va a atacar hoy? Ellos piensan que si yo tengo un arma, tengo futuro, o si yo entro a la mina, tengo una posibilidad de sobrevivir.
¿Cuál es el problema? Que muchas veces hay personas que llegan por la zona y plantean proyectos faraónicos que no se sostienen por sí mismos, creas expectativas que no se cumplen y la gente deja de creer.
Y con tanta hipocresía suelta, ¿ha cambiado tu visión de lo que somos en el Primer Mundo?
Para nada. Me ha sorprendido para bien, en muchas cosas. Me parece que es alucinante que nos planteemos cómo están gentes que no conocemos de nada, qué problemas tienen, mandemos dinero para ayudares. Puedo hablar sobre todo de la sociedad española, y me siento super-orgulloso. ¡La cantidad de anónimos que ayudan de forma desinteresada! Me parecen héroes: cada uno tiene una familia, una situación personal... y al mismo tiempo envía dinero. Eso muchas veces te obliga a estar a la altura de las circunstancias.
El mero hecho de crear esperanza ya es un milagro, y eso lo hace gente anónima.
Te propongo una teoría: tan dramático es el infierno personal de alguien que simplemente pierde su trabajo en España, como los infiernos personales que tú has presenciado.
Es que realmente es así. Todo problema es un problema, y no me parece justo comparar uno con el otro, cada caso es puntual y es sagrado. Soy contrario a esos mensajes moralistas de cada 20 segundos muere un niño - eso ya lo sabemos. Soy muy crítico con ciertos aspectos del mundo de la cooperación. Soy el primero en ayudar cuando pueda, pero aquí nadie tiene bula papal.
Alta/media/baja: dime la posibilidad que realmente tenemos como raza humana de hacer un futuro mejor.
Si una persona es honesta consigo misma, si no se engaña, pone un granito. Haciendo cualquier cosa en su vida, no hace falta ser Superman, ni Robin Hood. La diferencia la marcamos cada uno en el día a día, y si haces las cosas realmente como las sientes, cambiamos la realidad cada día de una manera u otra. Odio y me alejo radicalmente de la filosofía moralista - yo soy un simple fotógrafo y punto. Y tú entiendes la fotografía como la veas. Mi manera es contar historias de la gente que puedo ayudar, porque soy un desastre haciendo otras cosas, un cero a la izquierda. Soy un experto en hacer daño a la gente que quiero, pero creo que con una cámara puedo dejar algo aquí, que quede una memoria colectiva no de política, sino de humanidad que es el único lenguaje universal.
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