Por
@Wicho — 30 de Septiembre de 2013
Leonov durante su paseo espacial
El 18 de marzo de 1965 el cosmonauta soviético Alekséi Leónov se convertía en el primer ser humano en llevar a cabo un paseo espacial al permanecer durante 12 minutos y nueve segundos en el exterior de su nave.
Pero desconocía lo complicadas que fueron las cosas durante esa misión desde el momento en el que intentó volver a entrar en la Voskhod 2 hasta que por fin los encontraron tras el aterrizaje, tal y como cuenta él mismo en The Nightmare of Voskhod 2.
Para empezar, su traje se había puesto tan rígido debido a la presión del oxígeno que lo presurizaba que a Leonov le era casi imposible moverse al haberse escapado sus manos prácticamente de los guantes y sus pies de las puntas de sus botas.
La única solución que vio fue dejar escapar parte del aire a través de una válvula de seguridad y entrar en la esclusa con la cabeza por delante.
Lo de abrir la válvula lo hizo sin consultar a nadie, entre otras cosas porque al traje sólo le quedaban 40 minutos de soporte vital y no quería perder tiempo; lo de entrar con la cabeza por delante también tenía sus problemas porque la esclusa extensible estaba diseñada para que Leonov entrara con los pies por delante para luego poder cerrarla.
Modelo de la Voskhod 2 por Barry Davidoff vía New Ware
Aún así, como no vio otro remedio se las tuvo que apañar para dar la vuelta a su metro noventa en el metro de diámetro de la esclusa, traje espacial incluido, que ni de lejos estaba pensado para este tipo de contorsiones, con lo que casi se atasca.
Leonov finalmente entró en la cápsula empapado en sudor porque el traje tampoco estaba previsto para tal grado de actividad, pero aún entonces sus problemas estaban lejos de estar acabados.
Cinco minutos antes de la maniobra de frenado que tenía que llevarlos de vuelta a Tierra descubrieron que el sistema de guiado automático no funcionaba, por lo que tuvieron que alinear la nave y realizar la reentrada a mano, con lo que terminaron tomando tierra a unos varios miles de kilómetros de distancia de donde se les esperaba.
Claro que a eso ayudó también que durante los primeros minutos del descenso el módulo de servicio permaneció unido a la cápsula en la que viajaban Leónov y Pável Beliáyev.
Al final aterrizaron en medio de Siberia, con la buena suerte –ya les iba tocando– de que un avión que pasaba por la zona captó la señal de su cápsula, le pasó la información a Moscú, y a las pocas horas de aterrizar un helicóptero de búsqueda ya les había localizado.
Claro que ese helicóptero no estaba preparado ni su tripulación entrenada para rescatar a unos astronautas recién aterrizados, por lo que Leónov y Beliáyev tuvieron que pasar como pudieron la noche en su cápsula hasta que al día siguiente llegaron equipos de rescate convenientemente equipados que consiguieron preparar una zona de aterrizaje para que al tercer día por fin se los pudieran llevar a Baikonur.
A pesar de todo esto el informe de Leonov fue breve y conciso: «Dotado de un traje especial un hombre puede sobrevivir en el espacio. Gracias.»