Para despedir este 2016 que tantos disgustos nos ha traído, un relajante vídeo en el que el astronauta Jeff Williams, que en la actualidad tiene el récord de permanencia en el espacio de la NASA, reflexiona sobre la fragilidad de nuestro planeta y como desde órbita baja terrestre las cosas se ven de otro modo.
«El bolsillo del asiento delante de usted», dónde aparte de las instrucciones de seguridad todos sabemos que te puedes encontrar casi cualquier cosa. Y dudo del casi.
Las bandejas, en las que la gente hace cosas como cambiar el pañal a un bebé, por poner un desagradable ejemplo.
Los baños, obviamente.
Las mantas y almohadas, aunque se supone que las lavan de vez en cuando.
La pantalla del sistema de entretenimiento en vuelo (si lo hay, claro), convenientemente toqueteada por dedos que a saber qué han toqueteado antes.
Las revistas, no sólo toqueteadas por todo el mundo sino que además se pasan la mayor parte del tiempo en «el bolsillo del asiento delante de usted».
Los resultados difieren un poco de aquellos del estudio de Travelmath que afirmaba que el lugar más sucio de un avión era la bandeja, seguida por la salida de aire que hay sobre tu asiento, el botón de «tirar de la cadena» del lavabo, y la hebilla del cinturón.
¿Será cosa de llevarse unas toallitas desinfectantes en el equipaje de mano la próxima vez que toque volar?
Una de las cosas más incómodas a la hora de hacer compras en línea es tener que dar de alta alguna forma de pago en cada uno de los sitios en los que quieres comprar.
Pero con Masterpass, una capa de usabilidad desarrollada por Mastercard para facilitar las compras en línea, esto dejará de ser necesario.
Lo único que hay que hacer para empezar a utilizarlo es solicitar al banco emisor de la tarjeta o tarjetas que normalmente utilicemos para comprar en línea que nos dé de alta en el servicio. A partir de ahí basta con escoger el botón Masterpass en la tienda en línea a la hora de hacer los pagos.
Una vez identificado mediante tu nombre de usuario y clave Masterpass sólo hay que escoger aquella tarjeta con la que quieras pagar –se pueden usar todas las que estén asociadas a la banca en línea del banco en cuestión– y después la dirección de envío, pues también se pueden incluir varias, y listo. Pero no hay que volver a meter datos de la tarjeta ni del titular en ningún momento, lo que da mayor seguridad al proceso.
MasterPass se encarga de transferir tus datos desde tu banco a la tienda en línea, convenientemente protegidos por su sistema de protección multinivel internacional.
Es importante además destacar que en MasterPass no es necesario cargar ningún tipo de saldo a priori, pues no es un monedero en línea; las operaciones que se hagan mediante el sistema aparecerán en el extracto de la tarjeta utilizada.
Ya hay más de 20.000 comercios en línea en España que aceptan pagos mediante MasterPass –es una opción sin coste extra para ellos– y en total más de 270.000 en todo el mundo, cifras que seguirán creciendo según más bancos se vayan uniendo a la plataforma.
Este explicativo vídeo de Today I Found Out pretende aclarar el aparente sinsentido de que los asientos no estén alineados con las ventanillas de los aviones. Pero tras revelar que en realidad es algo común y poco relevante entra en una más interesante disquisición acerca de por qué viajamos apretujados como sardinas.
Lo de las ventanillas es fácil de entender: originalmente los aviones se diseñan con los asientos alineados para proporcionar mejores vistas, pero eso es solo una recomendación del fabricante que poco o nada tiene que ver con cómo los configuren luego las aerolíneas, particularmente al «comprimirlos» para meter más gente en el mismo espacio. Como no hay motivos de seguridad ni de otro tipo que obliguen a esa alineación, todo queda a gusto de los que exprimen asientos y pasajeros para sacar más dinero.
Como es fácil de apreciar para cualquiera que haya viajado recientemente, las aerolíneas cada vez tienen menos en cuenta el confort de los clientes –que a menudo carecen de otra opción en viajes de larga duración– sino que más bien ansían exprimir más dinero en cada vuelo (…) Curiosamente, en los viajes cortos la gente tiende a elegir siempre el vuelo más barato, independientemente de cuánto se quejen luego por las miserables condiciones en las que viajan.
Es un poco medio-incalificable medio-indignante escuchar cómo la explicación habla técnicamente de maximizar los beneficios a costa de la «densidad de pasajeros» y cosas así, como el que apila mandarinas en una caja o sardinas en una lata.
Como ejemplo curioso está el eterno dilema de la recomendación para 9 asientos por fila. Según Boeing la mejor para el 777 es de 3+3+3 asientos por fila, con unos 81 cm de espacio entre pasajeros, pero no es extraño verlo configurado como 2+5+2 (incluyendo el «asiento de la muerte» central) e incluso existen versiones asimétricas de 2+4+3. Si en todas las filas caben 9 asientos, ¿cuál es la diferencia? Cuestiones de «percepción de la comodidad», velocidad de embarque e incluso técnicas, como el número de «cajas de control» necesarias para los sistemas de entretenimiento abordo de cada grupo de asientos.
Respecto al «efecto sardina» explica que en las últimas décadas el espacio entre asientos ha pasado de 86 a 71 cm y esos 15 cm menos de «espacio para las rodillas» se notan… A base de bien. Otro tanto ha sucedido con el ancho de los asientos, que ha pasado de 46 a 42 cm, para incomodidad de los usuarios «grandotes», cuyo tamaño promedio además ha aumentado en estas décadas. En el Airbus 330 esta optimización supone pasar de 8 a 9 asientos por fila, un 10% más (de beneficio para la aerolínea, claro).
Curiosamente, no hay normativa legal sobre cuánta gente puede una aerolínea «empaquetar» en un avión. La única restricción es la famosa regla de que cualquier avión ha de poderse evacuar al completo en 90 segundos. Y si demuestras que puedes sacar a 873 personas en menos que ese tiempo, es que todo es posible.