Marzo2022

Por @Wicho — 31 de marzo de 2022

Tras un par de cambios de fecha producidos por una baja en la tripulación –o más bien entre los pasajeros– y por meteorología poco adecuada hace unas horas Blue Origin ponía a seis personas más en el espacio por unos minutos. Sumadas a las siete que hay a bordo de la Estación Espacial Internacional y a las tres de la estación espacial china el total de personas en el espacio durante esos minutos fue de 16, una cifra alta pero no de récord. Según la lista que mantiene Jonathan McDowell han sido las personas número 612 a 617 en ir al espacio.

A bordo de la cápsula RSS First Step iban Gary Lai, uno de los primeros empleados de Blue Origin y uno de los padres de su arquitectura; George Nield, presidente de Commercial Space Technologies; el emprendedor Jim Kitchen; Marty Allen, CEO especializado en rescatar empresas y padrino inversor; Sharon Hagle, la fundadora de Spacekids Global; y Marc Hagle, presidente y CEO de Tricor International, y esposo de Sharon Hagle.

La edad media de los ocupantes era de 68 años. Blue Origin no dice lo que cuesta cada plaza a bordo de su cápsula aunque supongo que es como aquello que se decía de que si tienes que preguntar el precio de un Rolls Royce es que no pudes permitírtelo. Así que me atrevo a suponer que el saldo medio de sus cuentas también es una cifra tirando a alta.

La cápsula y sus ocupantes alcanzaron una altitud máxima de 107 kilómetros sobre el nivel del mar, lo que los coloca claramente por encima de la línea de Kármán, que situada a los 100 kilómetros tradicionalmente se considera el límite del espacio. La duración total del vuelo fue de 10 minutos y 4 segundos.

Es el primer lanzamiento de Blue Origin de 2022, el cuarto tripulado de su historia, y el número 21 en el que lanzan y recuperan la cápsula sin problemas. Eso son todos los lanzamientos del programa. NO hay información acerca de cuántos vuelos piensan hacer este año pero de nuevo está abierta la cuestión de si en 2022 irán más astronautas profesionales al espacio o pasajeros.

En 2021 ganaron los aficionados, lo que, de mantenerse, supone un cambio en el paradigma de quién vuela al espacio.

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Por @Alvy — 31 de marzo de 2022

En este vídeo a cámara superlenta (6.000 fotogramas por segundo) se ve el resultado de un experimento puntual que Kyle Gilroy y sus colegas llevaron a cabo para comprobar el tiempo de reacción de una mosca común. Y aunque se utiliza una flecha a toda velocidad para atravesar una naranja, la mosca no resultó herida. El resultado fue un tiempo de reacción de unos 8,3 milisegundos, que comparado con los ~215 ms típicos de reacción en un ser humano es casi 25 veces más rápido.

El origen de esta prueba es un trabajo científico de 1950 que se publicó en Science titulado «Tiempo de reacción de la mosca común (Musca domestica)» en el que los investigadores hicieron básicamente la misma prueba pero haciendo caer una plataforma sobre la que estaba la mosca disparándole una bala. Según sus cálculos la mosca reaccionó a los 21 ms. Así que: o las moscas de hace décadas eran más lentas, aquella estaba aturdida o el método de prueba (o, más probablemente, la cámara) no eran del todo precisos.

Hay ciertas diferencias entre uno y otro método, por ejemplo que en el caso de la bala puede que el sonido llegue antes; depende del tipo de arma y si la bala viaja a más o menos de 340 m/s (la velocidad del sonido). En la versión moderna del flechazo y la naranja es seguro que la flecha viaja más despacio que el sonido y se ve con claridad el instante en que la mosca comienza su aleteo tras reaccionar al estímulo, lo que permite una medición más precisa. También es sabido que pueden reaccionar a un flash luminoso en tan sólo 5 ms.

Este tiempo de reacción sobrehumano, ya sea 12 veces más rápido como creían en 1950, ó 21 veces más rápido como vemos hoy en día es lo que hace tan difícil cazar moscas.

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Por @Alvy — 31 de marzo de 2022

El Museo de Historia de la Informática consiguió salvar los archivos de CompuServe en una gesta épica

Leí en el blog de Archive.org que la buena gente del Museo de Historia de la Informática (CHM) de Silicon Valley consiguió hace relativamente poco salvar los archivos de CompuServe. Y la narración de la hazaña es totalmente de película, con final épico y divertida de leer.

Como es sabido, CompuServe fue uno de los primeros servicios online, una especie de «internet antes de internet» en la que muchos dimos nuestros primeros pasos en lo que con los años pasaría a ser un pequeño reducto de la red global. Su historia de CompuServe es bien conocida y ha sido narrada con todo lujo de detalles. Tras su cierre se fue apagando la huella digital que había dejado y luego, adquisición tras adquisición (AOL, Time Warner, Worldcom…) sucedió que cada vez quedaba menos de la compañía, tanto en formato físico como digital. La colección física incluía cajas de software, manuales y otra documentación sobre el servicio.

El Museo de Historia de la Informática consiguió salvar los archivos de CompuServe en una gesta épica

Según parece desde hace algún tiempo los archivólogo del CHM tenían echado el ojo a los restos de CompuServe y tras cada cambio de titularidad y propiedad de la empresa preguntaban si podían «rascar algo» que fuera a ser abandonado. En una de las últimas conversaciones alguien confirmó que podían llevarse lo que quedaba en unas oficinas que había ocupado CompuServe, pero había un problema: tenían que hacerlo a toda prisa porque había que dejar el local libre unos pocos días después. Así que armados con un gigantesco camión de mudanzas contratado a toda prisa y varios palets recuperaron 200 cajas de materiales diversos que de otro modo hubieran acabado en la basura.

Cuando el camión llegó al almacén del CHM –todo esto fue en plena pandemia, lo que complicó las cosas– comenzó el trabajo de sustituir las viejas cajas y reemplazarlas por otras nuevas, paletizarlas convenientemente y dejarlas en cuarentena, no sólo por los virus sino también porque a veces los archivos en papel vienen con bichitos o plagas. Han calculado que el trabajo de catalogación de todo ese material requerirá al menos tres años.

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Por @Alvy — 31 de marzo de 2022

Supermercátor

Supermercátor es uno de esos maravillosos inventos inútiles de @Kokuma, un hackeo rápido con ML5.js y training-charRNN para la parte «inteligente», miniCSS para decorar y los datos de supermercados de DataMarket, que genera productos imaginarios de supermercado tan divertidos como –generalmente– poco apetecibles. Como dice en su web, «Productos que no nos hacen ninguna falta, generados por una red neuronal.»

Lo único que hay que hacer para probarlo es manipular un poco el valor de la Temperatura, que es como la «intensidad de recombinación» de los datos –a falta de algo mejor– y pulsar el botón ¿Qué producto hay en oferta? El resultado puede ser chocolates de pavo, chuletas de manzana o crema de afeitar de cerdo. Todo ello de prestigiosas primeras marcas como Hacendado, Carrefour o Deliplus.

Los valores óptimos parecen estar regulando el indicador entre 0,40 y 0,60; valores superiores producen nombres de productos y explicaciones con palabras prácticamente inventados y los inferiores productos demasiado reales, que seguramente hasta estén en algún linea. Por lo que parece la red neuronal tiene cierta querencia por los chocolates y los derivados del pavo, así como con los alimentos con pelo, así como formatos peculiares como los caldos, lonchas y barritas para productos difíciles de adaptar, como los ambientadores, desodorantes y alimentos para gatos.

Si te animas a probarlo y te aparece algún producto divertido o que creas que debería existir puedes añadirlo al hilo original de Twitter, por las risas. En Neuronas Muertas han muchos más experimentos de aprendizaje automático y redes neuronales del mismo corte.

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