Octubre2023

Por @Alvy — 31 de octubre de 2023

Este vídeo muestra unos 50 segundos en timelapse del reciente eclipse solar anular de 2023 que tuvo lugar el 14 de octubre. Es obra de Jason Kurt, un fotógrafo especializado en astrofotografía y fotografía en infrarrojos. Está fotografiado a 8K, que no filmado, con un telescopio especial desde la zona sur de Utah. En su canal Frozen Spectrum se puede seleccionar la calidad preferida: HD, 4K, 8K… cuanto más alta más detalles.

El eclipse real duró unos 5 minutos y 17 segundos, de modo que las fotografías están algo «aceleradas» (efecto timelapse, ×5 o ×6) lo cual es difícil de observar. A mi me han llamado la atención la nitidez del borde de la Luna y las feroces llamaradas que pueden verse en el horizonte del Sol, algunas de las cuales se mueven de forma muy fluida, porque deben ser pequeñas, y otras muy lentamente, las más grandes.

La textura y colores del Sol de la imagen dependen de los filtros, que en este caso han de absorber la mayor parte de la luz que llega o simplemente mostrarían píxeles en blanco, si acaso la lente y el sensor no quedaban completamente achicharrados. En el Instagram de Jason puede verse cómo es el telescopio solar que utilizó así como todo el «montaje»; ni más ni menos que 90 kg de equipo meticulosamente ubicado en medio de la nada.

En definitiva, una espectacular y curiosa secuencia a generosa resolución.

(Vía The Awesomer.)

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Por @Wicho — 31 de octubre de 2023

Esta pasada noche la cápsula tripulada china Shenzhou 16 tomaba tierra el área de aterrizaje de Dongfeng con Jing Haicheng, Zhu Yangzhu y Kui Haichao a bordo poniendo fin a su misión. Desde su lanzamiento el pasado 30 de mayo pasaron 153 días, 22 horas, 40 minutos y 11 segundos en el espacio. Los tres tripulantes están en perfecto estado de salud.

De ellos permanecieron 153 días, 4 horas y 8 minutos a bordo de la estación espacial china, que a falta de un nombre oficial –no está nada claro si Tiangong se aplica sólo al módulo central o a la estación entera– empezaré a llamar CSS de Chinese Space Station.

Por unas pocas horas después de su lanzamiento hubo un récord de personas en el espacio con un total de 17, ya que coincidieron en órbita los tres tripulantes de la Shenzhou 15 que les esperaban en la CSS y las once personas –cinco estadounidenses, tres rusos, dos saudíes y uno emiratí– que había en aquel momento en la Estación Espacial Internacional.

Durante su tiempo a bordo de la CSS llevaron a cabo 70 experimentos y un paseo espacial. La misión de Jing, Zhu y Kui es considerada por China como la primera misión regular a la estación una vez terminado su ensamblado. Por eso Zhu Yangzhu era el operador de la misión y Gui Haichao especialista de carga.

Unas horas antes de su partida pasaron el mando de la estación a la tripulación de la Shenzou 17, que se acopló con la CSS el pasado día 28.

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Por @Alvy — 31 de octubre de 2023

Resulta a la vez un tanto inquietante, futurista y distópico ver cómo se entrenan abejas para ser parte de dispositivos electrónicos y actuar como sensores capaces de detectar explosivos. Aunque este uso de sus poderosas capacidades olfativas para un bien mayor nos viene muy bien a los humanos, eso no quita que verlas atadas a chismes electrónicos moviendo su «lengua» en un acto de condicionamiento animal dé un poco de repelús. Sea como sea, el proceso es fascinante y puede verse en el vídeo del canal Not What You Think [audio en inglés y español, con subtítulos.]

El proceso comienza recogiendo abejas melíferas normales y corrientes en su colmena y llevándolas a la «escuela de olores». Primero se las aletargarlas (con frío) y luego en se las ata con una cinta adhesiva a unos cartuchos similares a los de las impresoras.

Se procede entonces como quien adiestra un perro, mediante el condicionamiento clásico o pavloviano: tras dejarles oler un tipo de explosivo concreto se les da un poco de agua azucarada, que les encanta; al repetir el proceso unas cuantas veces, la abeja «saca la lengua» (probóscide) cuando huele el explosivo, igual que el famoso perro de Pávlov saliva al escuchar la campanita. Es todo lo que se necesita, aunque hay que tener cuidado porque algunas abejas pueden hacerlo y otras no.

Las abejas seleccionadas pasan a una segunda fase, en la que los cartuchos preparados con varias abejas se cargan en un dispositivo para medir sus movimientos, es decir, cuándo sacan la lengua o no. Esto se puede hacer con una cámara y reconocimiento de imágenes o con infrarrojos. Cuando la máquina detecta la reacción la información pasa al sistema de control, que por ejemplo da por válida una detección si dos de cada tres abejas dan un positivo.

Cuando todo está listo se pueden insertar varios cartuchos de abejas (normalmente, 6 de ellos con 6 abejas cada uno) en el mismo aparato detector. El sistema y las abejas son tan flexibles que incluso se pueden entrenar para detectar diversos tipos de explosivos. Basta aproximar el aparato a una maleta o zona sospechosa y pulsar un botón, como quien acerca una aspiradora manual; eso deja entrar el aire 6 segundos y se puede leer la respuesta, que aparece en una pequeña pantalla: explosivos sí, explosivos no (y de qué tipo).

Finalmente a las abejas se las deja «descansar» en sus arneses unos días y son liberadas para que vuelvan a su colmena sanas y salvas. Según cuentan todo el proceso previo a su uso no requiere más que unas cuantas horas, en parte porque se pueden utilizar sistemas automáticos para elegir y «empaquetar» las abejas (sin que sufran) y en parte porque a diferencia de otros animales como los perros, las pequeñas abejas necesitan mucho menos tiempo para aprender el condicionamiento.

Me llamó la atención que el número 6 aparezca tantas veces en todo este entramado: 6 cartuchos de 6 abejas que huelen durante 6 segundos… (!) Las abejas como es sabido construyen sus panales en hexágonos, una forma geométricamente óptima para ese propósito, con 6 lados y 6 ángulos iguales. En fin, casualidades supongo (o un buen vacile de los científicos).

¿Hasta dónde debería aceptarse la crueldad en el uso de animales entrenados?

La parte final del vídeo está dedicada a explicar otros casos de «animales que ayudan a los humanos» mediante entrenamientos condicionados, desde los perros que buscan drogas (o explosivos también) a ratas, delfines, palomas e incluso águilas que capturan drones o ahuyentan a los pájaros en los aeropuertos. Al fin y al cabo, si hasta a las ovejas se las puede entrenar para reconocer rostros famosos, esto es casi igual de fácil.

En el vídeo se muestran algunos ejemplos un tanto extremos, como los perros antitanque que se usaban en la Segunda Guerra Mundial, que acabaron lo pobres más bien como «perros-mina» porque no conseguían que volvieran con la espoleta cronométrica, sino que sus explosivos se activaban por impacto. ¿Cuál es el bien mayor aquí? Quizá no nos importaría si le sucediera a un mosquito o una rata, pero sí a un gato o a un perro… ¿Dónde se pone el límite?

Muchos coincidirán en que los activistas por los derechos de los animales tienen razón en su lucha para que no se usen grandes simios, que ya tienen un estatus especial. Pero de ahí la cosa se extiende a los perros, delfines, elefantes, cerdos… ¿Y las ratas? ¿Y las palomas? ¿Y las abejas? ¿Son los insectos también «personas sintientes» como los simios? En ese caso tal vez capturarlas, atarlas durante días en cartuchos electrónicos y usarlas como detectores químicos no sea lo más justo con ellas. Es cierto que los animales pueden ser efectivos en esos roles, pero el estrés o daños que pueden sufrir –si es que tienen esa capacidad– sería motivo de preocupación ética. Ahí queda otro melón para abrir.

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Por @Wicho — 30 de octubre de 2023

Portada del libro en la que se ve al autor en cuclillas delante de un PhantomTodo vuelve (Todo arde 2). Por Juan Gómez Jurado. Ediciones B (24 de octubre de 2023). 493 páginas.

Aura, Mari Paz y Sere querrían vivir tranquilas. Por eso Aura decidió, al final de Todo arde, tomar la decisión que tomó. Pero se han forjado enemigos muy poderosos, así que nada de vivir tranquilas a pesar de su sacrificio.

Cuando ya todo parece perdido, alguien ofrecerá ayuda a Aura para salir del atolladero en el que está. Pero claro, esa ayuda no será a cambio de nada. Así que en Todo vuelve las tres amigas y las niñas se verán envueltas en una intriga que implica a más personas obscenamente poderosas y ricas que a su vez las envuelve aún más en el universo de Reina Roja que Juan tiene en su cabeza.

Y no hablo más de la trama, que Juan me riñe si hago espoileres. Aunque sí diré que vamos necesitando –yo al menos– un Fandom en el que recordar quién es quién y quién le ha hecho qué a a quién en el universo de Reina Roja.

Como es habitual en las novelas de Juan, Todo vuelve es muy entretenida y engancha. Tanto que da igual que a veces las cosas que pasan sean algo o muy inverosímiles. Y por menos de cinco euros, no se le puede pedir mucho más. Además, si por lo que sea no puedes permitírtela, escríbele a Juan, que te la regalará encantado. Hay que quererlo.

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