Por @Wicho — 6 de marzo de 2022

Por fin he podido ver Boeing's Fatal Flaw, un documental de Frontline de la PBS y el New York Times sobre los dos accidentes fatales del Boeing 737MAX causados por el MCAS. Y he de decir que cuentan las cosas sin cortarse un pelo. Le dan caña a Boeing y a la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA), citando con nombres y apellidos algunas de las personas que más tuvieron que ver en la certificación del MAX.

Le da varios millones de vueltas a Caída en picado: el caso contra Boeing, un documental que como dije en su momento me parece que se queda muy a medio camino.

Lo cuenta además de manera muy ordenada, empezando por la necesidad imperiosa de Boeing de tener algo que ofrecer a las aerolíneas frente al enorme éxito del Airbus A320neo y siguiendo por las presiones de tiempo y económicas a las que estaba sometida la empresa entre otras cosas por los problemas que ya estaba teniendo con el 787 y el 747-8, ambos programas muy retrasados y pasados de presupuesto.

Cuenta por qué fue necesario instalar el MCAS en el MAX, un sistema en principio destinado a controlar la tendencia que podía mostrar el avión a levantar demasiado el morro en ciertas maniobras a alta velocidad causada por la posición más adelantada y arriba de los motores. Cuenta cómo Boeing se dio cuenta de que a velocidades bajas el MAX también tenía ciertos problemas de manejo y cómo decidió ampliar las funciones del MCAS para corregir esos problemas y cómo decidieron que sólo usarían las indicaciones de uno de los dos indicadores de ángulo de ataque del avión para gobernar su activación, convirtiéndolo en una trampa mortal; también cuenta cómo le dieron más mando sobre el avión hasta el punto de que una vez activado la tripulación sólo disponía de 10 segundos para darse cuenta del fallo antes de que el avión fuera irrecuperable. Y cómo no quisieron hacer caso a las voces que desde dentro de la compañía estaban intentando levantar la liebre.

Y cuenta como, en aras de ahorrar dinero a la empresa, engañaron a la FAA ocultándole que en realidad era un sistema nuevo, pues si no la certificación del MAX se habría retrasado y habría requerido formar a las tripulaciones en un simulador de vuelo, lo que le habría costado un millón de dólares a Boeing por cada avión vendido a Southwest.

Pero la FAA tampoco es que estuviera haciéndolo muy bien:

La FFA supervisaba a Boeing, en parte, mediante un puñado de personas a los que pagaba Boeing pero cuyo trabajo era representar los intereses de la FAA.

Con lo que la supervisión era más bien poco efectiva, aunque en teoría ahora el Congreso de los Estados Unidos ha dado la orden de revisar el proceso para dar más autoridad a las personas que se supone que supervisan en nombre de la FAA.

Claro que Esa revisión del proceso de delegación llega demasiado tarde para las víctimas del vuelo 610 de Lion Air, una aerolínea que había expresado su preocupación por la formación de sus tripulaciones diciendo que si no sería necesario que pasaran por el simulador. Y algo de lo que se rió Mark Forkner, el piloto técnico jefe de Boeing, que los convenció de que no.

Y demasiado tarde para las víctimas del vuelo 302 de Ethiopian Airlines que podían haber salvado sus vidas si Boeing y la FAA –que el documental personaliza bastante en Ali Bahrami, uno de los ejecutivos más importantes de la FAA pero que durante años trabajó como lobbyista para los fabricantes– no se hubieran negado a ver la realidad después del accidente de Lion Air:

Apostaron contra el tiempo a que habrían arreglado el MCAS antes de que se produjera el siguiente accidente. Y, lamentablemente, perdieron esa apuesta.

Aunque más que negarse a ver la realidad al menos por parte de Boeing se trataba y se trata de escurrir el bulto: no aceptaron participar en el documental más que mediante un comunicado en el que habla de que la empresa está comprometida con la seguridad y bla bla bla.

El documental termina con una entrevista a David Calhoun, el nuevo CEO de Boeing que sustituyó a Dennis Muilenburg cuando la junta directiva decidió sacrificarlo por el bien de la empresa, que medio intenta dejar caer de nuevo que a ninguna tripulación estadounidense le habría pasado lo que a las tripulaciones del Lion Air 610 y del Ethiopian 302…

Algo que los autores del documental ponen más que en duda; de hecho huyen todo el rato de echar las culpas a los pilotos, que es algo que intentó Boeing desde el principio, aunque le dedican un pequeño segmento a ese asunto en el que dejan claro que la responsabilidad está toda en el MCAS y las decisiones de Boeing y la FAA al respecto.

El problema, como dicen al final, es que parece que Boeing aún no ha asumido su responsabilidad. Y eso sí que es terrible.

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