Por @Alvy — 13 de abril de 2018

Hay que reconocer que el vídeo es precioso y cualquier cosa que medio-vuele mola. Además es digno de cualquier serie de dibujos animados utópica estilo Jetsons. Pero este «invento» entra directo al Top 3 de los conceptos más absurdos que se hayan visto en mucho tiempo: un tren volador. Desde luego imaginación le ha echado su creador, el ruso Semenov Dahir Kurmanbievich, además de muchos recursos y paciencia – aunque muchos problemas obvios parece que se han quedado sin solución aparente.

Se le pueden poner muchas pegas al «tren volador», pero por mencionar solo algunas y no cebarnos:

  • Tiene alguna de las ventajas del avión (velocidad: 500 km/h) pero requiere de toda la infraestructura del tren y las limitaciones que ello supone. Necesita un monorraíl que básicamente es lo mismo –o peor– que las vías férreas.
  • Su capacidad es la de un tren (y calculan que cabrían entre 1.000 y 2.000 personas), pero el diseño en versión XXXXL probablemente estaría limitado por la potencia de los motores y por «tener que volar».
  • Aunque podría volar libremente tiene que ir unido a tierra mediante una gigantesca barra de acero –bastante frágil a simple vista– por donde se transporta la electricidad para los motores (que no es poca).
  • A pesar de ser como un tren tiene que aterrizar y despegar; a pesar de ser como un avión cuando está parado ocupa una estación completa como los trenes. Además sólo cabe un monorraíl por estación – impidiendo la circulación de otros trenes voladores durante ese tiempo. Ni idea si podría detenerse en cualquier punto intermedio en caso de emergencia.
  • Por si fuera poco: el despegue utiliza motores verticales y alas móviles, algo prácticamente abandonado en la industria de la aviación comercial por poco práctico y problemático.

En fin, sólo cabe desearle suerte al ingenio, porque las leyes de la física serán inapelables con él. Por si alguien no se lo cree todavía: dicen que están construyendo cuatro. Si llega a buen puerto (o trenpuerto) prometo intentar hacer un viajecito.

(Vía Core 77, donde adjetivan el invento del «siempre imaginativo ruso» como «inusual concepto de transporte».)

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