Por @Wicho — 20 de septiembre de 2010

El verano pasado fui invitado por la organización de la Red Bull Air Race a montarme en un Extra 300L para disfrutar de lo que ellos denominan Media Flight, un vuelo que tiene como objetivo acercar a los profanos las sensaciones que sienten los pilotos que toman parte en la carrera.

Así, con Sergio Plà, coordinador de aviación de la carrera, a los mandos, pude comprobar en primera persona lo que se siente haciendo una caída de ala, un tonel, volando en invertido, pasando por las puertas que se usan en la carrera -aunque en el caso del Media Flight están más separadas- o durante un giro de 7 g.

Son, sin duda, sensaciones mucho más fuertes que las del vuelo en cero g, pero gracias a las indicaciones de Sergio, que en todo momento me iba indicando hacia dónde tenía que mirar para ver por que lado iba a salir el horizonte para mantenerme orientado, no me mareé en absoluto, y me hubiera encantado que el vuelo hubiera durado un (buen) rato más, aunque no me quejo, fue un cuarto de hora apasionante y un bautismo del aire digno de un aerotrastornado confeso.

Igual también que en el caso del vuelo con Zero G, antes de realizarlo es necesario firmar unos papeles en los que afirmas entender los posibles riesgos que conlleva y en los que afirmas no parecer una serie de dolencias, pero lo que más me impresionó de todo el proceso de preparación fue sin duda el briefing de seguridad, ligeramente diferente al de cualquier vuelo comercial.

Una vez enfundado en el mono de vuelo y con el paracaídas convenientemente sujeto a la espalda, Sergio fue el encargado de hacerlo.

Aparte de explicarme los trucos necesarios para soportar las aceleraciones a las que iba a someterme, «ligeramente» mayores que las de cualquier vuelo comercial (un Airbus A320, por ejemplo, nunca pasa de 1 g) me comentó que si se paraba el motor no pasaba nada, porque como íbamos a estar cerca del aeropuerto podríamos planear de vuelta a la pista.

La parte más inquietante vino cuando me comentó el procedimiento a seguir en caso de que se rompiera algo importante en el avión. En caso de oír «salta, salta, salta» Sergio me recomendó hacerlo, diciéndome que él se encargaría de parar el motor y abrir la carlinga, y que después iba a saltar y que no me iba a esperar. Yo, por mi parte, tendría que acordarme de desconectar los cables de los cascos, abrir el cierre del arnés, y apoyando un pie en el asiento, saltar.

La recomendación es saltar hacia la izquierda porque el par motor del avión lo hace girar hacia la derecha, y esperar un momentito a tirar de la anilla del paracaídas -sólo llevábamos uno porque nunca íbamos a estar a la altura suficiente como para usar el de reserva- porque si tiras demasiado pronto corres el peligro de engancharte con el avión... Aunque si tardas mucho, lo mismo es demasiado tarde ;-)

Lo peor de todo, en cualquier caso, al final, fue que con mi altura iba al límite de la admitida en un Extra 300 y casi no tenía sitio para las piernas, con lo que, como podéis oír, iba todo el rato tocándole las narices (bueno, los pedales) a Sergio.

En cualquier caso, una experiencia absolutamente alucinante y que repetiría en cualquier momento, aunque tampoco le haría ascos a darme una vuelta en un Harrier de la Armada o de hecho en un C-101 o en un EF-18... O casi en cualquier cosa que vuele, pero es que el Harrier me parece un avión único.

La música del vídeo, por cierto, son los temas Enjoy The Flight, Flight Over The Green Fields y Landing del álbum Flight 5104, A Chilled Experience Vol.2 de A.K.1974.

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