Por Nacho Palou — 19 de mayo de 2009
No hay más que sellarlo bien y sacar todo el aire de su interior hasta que la diferencia de presión atmosférica entre el interior y el exterior sea lo suficientemente grande como para que lo aplaste como una lata de cerveza contra la frente del matón de turno en una película de adolescentes.
Conceptualmente es tan fácil, aunque bastante más espectacular y caro, que aplastar una lata de refresco.
(Vía El Tao de la Física.)