Por @Wicho — 24 de octubre de 2014

AR 2192 en luz blanca por Paco Bellido
La zona activa AR 2192 en luz blanca por Paco Bellido - foto tomada el 23 de octubre de 2014

Esta de aquí arriba es la mancha AR 2192, la más grande registrada en el ciclo solar 24, que se supone que a principios de 2013 debía haber alcanzado su pico de actividad, aunque dado su comportamiento los astrónomos piensan en realidad en un doble pico repartido entre 2013 y 2014.

Las manchas solares son zonas con una gran actividad magnética y que están más frías que las zonas que las rodean, lo que engaña a nuestros ojos y nos hace verlas negras por contraste con las zonas circundantes, aunque en realidad están a varios miles de grados de temperatura, por lo que de poder verlas aisladas brillarían unas 50 veces más que la Luna llena.

Nos constan observaciones de manchas solares desde el 28 a. C, aunque las observaciones más o menos metódicas datan del siglo XVII gracias a Galileo.

Pero fue Samuel Heinrich Schwabe, quien en 1843, tras 17 años a la caza de un hipotético planeta que él creía que existía más cerca del Sol que Mercurio, intentando verlo como una mancha que pasaría delante del Sol, se dio cuenta de que las manchas solares presentaban una cierta periodicidad.

Él la cifró en diez años, aunque hoy en día sabemos que son más bien once, aunque los ciclos de actividad del Sol observados han ido desde los 9 a los 14 años.

Rudolf Wolf amplió el trabajo de Shwabe con sus propias observaciones y el análisis de otras observaciones más antiguas, llegando hasta las manchas solares observadas por Galileo en 1610, aunque a pesar de eso decidió que el ciclo que va de 1755 a 1766 fuera contado como número 1.

Fenómenos como las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal, que pueden tener efectos sobre la Tierra, o más bien sobre nuestra tecnología, suelen originarse en las zonas adyacentes a las manchas solares.

Las manchas solares, que se suelen agrupar en lo que se denominan zonas activas, pueden tener apenas un par de decenas de kilómetros de ancho, pero a veces alcanzan tamaños difíciles de aprehender en las escalas a las que estamos acostumbrados a movernos, aunque si ponemos nuestro planeta a la misma escala, comenzamos a comprender, una vez más, lo pequeñitos que somos:

AR 2192 a escala con la Tierra
AR 2192 a escala con la Tierra - Paco Bellido

Y si tenemos en cuenta además que el Sol no es precisamente un grandullón en lo que se refiere a tamaños de estrellas…

Pues no puede uno menos que recordar el Punto azul pálido de Carl Sagan:

Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez escuchaste, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra imaginada importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.
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